24: Sólo el amor puede doler así.

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Jimin:

Cuando llegué a casa mis latidos parecían sincronizarse al fin.

— En qué cabeza Jimin. —me reprocha el subconsciente. —Decirle linda…

No me contuve.

De todas maneras tampoco mentía.

A veces ya ni siquiera me conocía realmente, desde que mi madre falleció me desconocí. No podía hallarme.

Mis sentimientos a veces podían hacerse líos, pero cuando pensaba en Eun simplemente sentía una inexplicable paz. No era dependencia. O quizá eso quería decirme mi cerebro.

Desde que tengo uso de razón siempre me gustó recibir atención, como me dijeron hace mucho:

— Mi querido amigo… apenas recibes algo de cariño y te resignas a esa persona.

¿No recibí suficiente atención en mi niñez?

Toqué la puerta de la habitación de Yoora cuando papá había partido al trabajo.

— Hoy tengo que quedarme hasta el amanecer hijo. Cuida de tu hermana y sé prudente.

Desde que mamá murió, papá no vivía en casa. Se encerró en su trabajo, vivía todo el día en su despacho. Quizá para él esa era su terapia, su manera de llevar el duelo.

Pero muchas veces, Yoora y yo lo extrañabamos como padre. Ya no llegaba contento a casa con una bolsa de comida para cenar. Ahora más bien ni siquiera cenaba con nosotros. La casa siempre lucía vacía.

Ayudé a Yoora a bañarse, ella estaba jugando en su bañera. Pero mi mente se mantenía vaga en mil pensamientos.

— ¿Me das? —habla Yoora refiriéndose a su patito de hule que se encontraba en su cesta de juguetes.

Asentí y callado se lo di mientras seguía lavando su cabello.

— ¿Estás triste, hermanito? —pregunta.

Asentí.

— ¿Es por tu novia? ¿Por Eunji?

Sonreí. No era por ella exactamente. Era por mí mismo. Por siempre permitirme el silencio al momento de querer expresar lo que siento. A veces (y aunque no lo quería admitir) siento celos del gran cariño que le tiene Eunji hacia Jeon.

Y es lógico, la chica que te gusta enamorada de tu mejor amigo.

Pero jamás podría reprocharle nada. Porque al final de cuentas ella y yo no éramos más que amigos.

Y si así no fuese, yo no era nada ni nadie para intervenir en lo que ella crea conveniente con respecto a sus decisiones amorosas.

— Un chico de Daegu. —pensé.

Eunji era proveniente de Daegu, probablemente toda su infancia y niñez la haya pasado ahí. Al igual que yo en Busan.

Jeon era el único de Seúl.

Cuando terminé de ayudar a Yoora con su baño y a pedido de ella, ambos fuimos en busca de algo para comer en el supermercado.

— ¡Pastel! —pide ella al ver con detenimiento la vitrina de dulces.

— Sabes que los dulces en la noche no son buenos para nadie Yoora, no podrás dormir.

Ella se aferró a mi pierna con un puchero y pidió que la subiese a mis brazos.

— ¿Te parece algo de pollo picante? —le digo.

Ella niega queriendo el pastel. Le sonreí.

— ¿Qué desea su majestad aparte de pastel?

© heather ↬ park jiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora