79: Sabor a miel.

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Eun Ji:

Salí de la ducha después de haber llegado de hacer las compras y un delicioso aroma terminó por distraerme de mi trance al elegir qué pijama me pondría.

Me puse lo primero que encontré y salí corriendo a la cocina, viendo a Jimin con un delantal y un: — Saliste justo a tiempo, ¿tienes hambre?

Esa carne a la parrilla se veía más deliciosa que cualquier cena cara en algún restaurante cercano al parque.

Mi estómago comenzó a rugir con ferocidad como si no hubiese probado bocado en todo el día.

Pero a la vez también tenía cierto grado de incomodidad. Era mi prometido  pero las cosas que terminé diciendo o haciendo no fueron las mejores.

— Ve a lavarte las manos mi amor, ya estoy por servir. —dijo con una sonrisa tierna.

Asentí y fui a lavarme las manos para luego escuchar un par de copas bajadas de la dispensa.

Sonreí de lado al saber que no lo había olvidado.

Hoy cumplíamos un año más de novios.

Me senté en la isla de la cocina mientras veía a Jimin terminar de sellar la carne.

— Me alegra que no me hayas rechazado la cena. —dijo dejando la cocina por un momento para sentarse al frente mío y decir: — Te ves hermosísima.

Andaba en pijama, ¿como diablos iba a estar hermosa?

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Andaba en pijama, ¿como diablos iba a estar hermosa?

— Literalmente no tengo ni la gota de maquillaje, estoy con una camiseta tuya y unos shorts de dudosa procedencia. ¿Y me dices hermosa?

Él asintió.

— Se te está quemando la carne. —dije a lo que él se levantó de inmediato para decir: — ¿Puedes sacar las verduras del horno? Por favor.

Yo asentí mientras me agachaba a sacar la bandeja de todas las verduras que pudiesen haber.

Solamente estaban las verduras que me gustaban.

— Me parece raro que no le hayas puesto berenjena a la fuente. —dije sacando una zanahoria con un tenedor.

— La última vez dijiste que le daba un sabor raro, por eso no le puse mi amor. —respondió.

Lo cierto es que nadie más que él amaba las berenjenas al horno con un toque de sal y pimienta recién molida.

Comencé a comer verduras en lo que él intentaba servir el vino en las copas que había sacado.

Estaba hasta mi vino favorito.

— ¿Puedes traerme el saca corchos, por favor? —pidió señalando una alacena algo alta.

Asentí mientras me las ingeniaba para colocarme de puntillas sin caerme de cara.

— Jimin, no puedo. —dije hastiada de no alcanzar la bendita cosa que parecía estar al fondo.

© heather ↬ park jiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora