25: Crush.

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Eunji:

Pierce The Veil sonaba a todo volumen en mis audífonos mientras hacía mis tareas en mi habitación a pedido de mi abuelita.

Mamá y papá estaban en la sala viendo televisión de lo más campantes después de que todos (obligándome claro) nos hayamos sentado a tomar la cena.

Es cierto que papá había dejado de tomar. Pero no me sorprendía que solamente esté conteniendo su adicción al alcohol por las amenazas de mis abuelos y porque la sola presencia de abuelita lo intimidaba por completo.

Era un cobarde.

Cerré el libro de trigonometría al mismo tiempo que terminó la canción y troné mis dedos viendo alegre mis ejercicios realizados.

No debía descuidar mis notas. Aunque en este mes había obviado demasiado que estaba en el bachillerato a un año de graduarme.

— Quiero dulces. —pide Sony entrando a la habitación sin tocar la puerta o pedir perdón por ello, siempre era así con ella.

— No tengo dinero Sony. Ve y pídele a tu padre si tanto tienes ganas de comer. —le dije guardando mis lapiceros y colores.

— Bien, pero quiero ir contigo a comprar.

Me ganaba la flojera, al día siguiente tenía un examen que realizar. Apagué la música con el botón del auricular y asentí.

Pensé que mi padre jamás le dejaría salir a comprar a estas horas y que menos le daría dinero. Inclusive me había sentido mal por enviarla a la boca del lobo, esperaba lo peor.

Sony llegó con dos dólares en la mano.

— Dice papá que nos demos prisa, no demoran en cerrar. Un dólar para ti y otro para mi.

Mierda, me mordí la lengua.

Me puse las zapatillas y una polera que había encontrado tirada en el suelo. Abuelita estaba sentada con mis papás en el suelo comiendo fruta y tejiendo.

— Las estaré viendo desde aquí. No tarden, tenemos visita. —dice mamá señalando la ventana que daba a la calle.

Ni mi padre ni yo nos mirábamos. Apenas y nos dirigimos la palabra cuando tuve que decir que volveríamos en cinco minutos.

Tomé mi billete de dólar y lo guarde en mi bolsillo, no quise nada más que robarle una galleta del gran paquete que traía Sony.

— ¿Por qué no te compraste nada? —me pregunta sacándole el glaseado a sus oreo.

— Porque no tengo hambre Sony. Estoy estresada, necesito dormir.

— Hoy también tuve un día malo. —me cuenta. —No alcancé a tomar la arcilla que la maestra nos había dado por mesas.

Era cierto y totalmente obvio que los problemas de una niña de cinco años jamás iban a ser iguales a los de una de diecisiete.

— Mañana tendré exámenes. Realmente el estrés me respira en la nuca. —le cuento.

Ella asiente sentándose en la orilla de la vereda que quedaba en frente de casa.

— Espera, tengo una piedra en el zapato.

La esperé tomando el paquete de galletas y robándole una más sin que ella se diese cuenta.

En mis narices se había estacionado un carro color negro, se veía realmente elegante. Un hombre alto y de apariencia joven se bajó de él para teclear su celular por unos segundos.

Tuve miedo, porque se había cuadrado justo en frente del edificio de Park.

Fue ingrata mi sorpresa. Mamá había salido corriendo hacia el joven apuesto y con una sonrisa lo saludó, papá salía también ayudando a abuelita.

© heather ↬ park jiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora