Parte 63

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—¿Dijo "Prometeo" o "ese Prometeo"?

Mi tía se paseaba por la habitación mientras ojeaba un libro y sujetaba otro bajo la axila. En apenas unos segundos soltó el primero sobre la mesa del comedor, donde ya había otra media docena de textos abiertos, buscó algo en su portátil y abrió el segundo libro.

—Creo que dijo "ese Prometeo" —contesté abrumada.

Cuando subí a su piso y empecé a contarle el ataque que había sufrido, esperaba que me interrogara acerca del secuestro, de mi atacante o que me regañara por recurrir a Apolo. Quizá que me echara en cara que el semidiós se hubiera fijado en que era capaz de usar la telekinesis y eso me hubiera puesto en su punto de mira. No esperaba que se obsesionara de esa manera con Héctor y con aquel detalle de la narración.

—¿Estás segura? —me clavó su inquisidora mirada.

—No, no me acuerdo bien.

—Céntrate, Alexia, por favor.

Soltó el libro y rebuscó en la estantería. Los que había sobre la mesa eran tomos que hablaban sobre mitología griega. A pesar de que ella los forraba con papel de periódico los reconocí por su tamaño y por las baldas de donde los había sacado. Ella podía haber cubierto las portadas, pero días atrás yo los había abierto y había visto los títulos en las portadillas interiores. No logré encontrar nada interesante porque estaban completamente cubiertos de anotaciones y post its, todo parecía ser importante para mi tía, así que ningún párrafo o información llamaba más la atención del resto.

Cogió un libro forrado con papel de publicidad, del catálogo de juguetes de aquel año. Era un manual que se había comprado hacía unas semanas. Repasó las lecciones que tanto había leído y tan poco había comprendido, pasando las páginas con tanta fuerza que por un momento pareció que iba a arrancarlas.

—Te escucho, Alexia. En esta casa se te escucha y lo que dices se tiene muy en cuenta —dijo sentándose de golpe frente a mí y mirándome con los ojos muy abiertos y una sonrisa forzada. Daba un poco de miedo—. Yo confío en ti y reconozco que ya no eres una niña—. Su tono de voz era suave, pero la comisura de sus labios temblaba, casi habría preferido que me gritara—. Mantengo la calma y nos comunicamos. ¿Estás de acuerdo?

—Sí, pero...

—Y no te interrumpo. Bueno, ahora te he interrumpido, pero no te interrumpo porque te escucho de forma activa.

Maldije el día en que compró aquel libro sobre "cómo hablar con adolescentes".

—¡Comunícate! —gritó, perdiendo el control unos segundos para volver a suavizar la voz—. Comunícate, Alexia. ¿Dijo "Prometeo" o "Ese Prometeo"?

—"Ese Prometeo"

—¿Estás segura?

—Sí.

Mentí y ella lo supo porque apretó los puños y los párpados. Se puso de pie y volvió a pasear moviendo libros de un lado a otro.

—No es lo mismo "Prometeo" que "ese Prometeo" porque lo primero implicaría que tu compañero de clase es un dios milenario que disimula muy bien. Lo cual no encaja con demasiadas cosas. Con el castigo sí, pero ¿por qué iría voluntariamente al instituto? ¿Por qué no sabría que eres una gorgona? No tiene sentido.

Pensé que el instituto era otro tipo de castigo, pero no quise interrumpir a mi tía.

—En cambio "ese Prometeo", viene a decir que hay más, más como él. Te dijo "temes al SER equivocado". Al "ser", como si se tratara de un fauno, de una ninfa. Como si Prometeo fuera un tipo de criatura, porque hay más de uno porque... escúchame, escúchame —lo dijo como si la hubiera interrumpido, pero en realidad no había abierto la boca—. Escucha. Encaja. Prometeo era hijo de Jápeto y una oceánide, hermano de Atlas y de Epimeteo ¿verdad? Luego es un dios, es inmortal. En ese caso, ¿por qué el centauro Quirón le daría su inmortalidad?

Cuervo (fantasía urbana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora