Parte 17

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Quise comprobar si Tatiana tenía razón. Si había acertado accidentalmente. Necesitaba saber si era cierto que mi poder funcionaba solo con basura, así que en cuanto pude fui al baño de la primera planta. Tras asegurarme de que no hubiera nadie más allí y con una facilidad asombrosa, pude mover los restos de papel higiénico que encontré por el suelo, es decir, el que ya no se podía usar. En cambio, fui incapaz de mover que estaba todavía en el rollo, pero en cuanto lo cortaba y lo dejaba caer, se convertía en basura y podía hacer con ese pedazo de papel lo que quisiera. Esto demostraba que la teoría era cierta, pero necesitaba más pruebas.

No tenía estómago para comprobar mi poder con el resto de basura que podía encontrar en un baño, así que hice algo que normalmente evitaba: salir al patio durante el recreo. Estar a la vista de todos no era lo que más me apetecía dada mi situación social, pero en el patio había varias papeleras y se podía encontrar basura en el suelo.

El frío me golpeó en cuanto salí, pero no estaba dispuesta a ponerme mi chubasquero fucsia. Llamaba demasiado la atención y quería pasar desapercibida. Caminé despacio, pegada al muro del patio, tratando de que nadie reparara en mí.

Los estudiantes de mi curso se dividían en dos grupos: los que jugaban al fútbol, en su mayoría chicos, y los que charlaban, casi todo chicas. Estos a su vez se dividían en grupos más pequeños, entre dos y seis personas, la mayoría sentados en las escaleras del patio. Unos parecían estar tratando temas extremadamente serios en sus conversaciones y otros reían despreocupadamente. En general todos estaban demasiado ocupados y ninguno me vio.

Llegué hasta una papelera y sin asomarme supe que había papeles arrugados, cáscaras de varias frutas y envoltorios de comida. Miré de reojo para comprobar que mi "sentido de gorgona", que pasé a llamar "sentido de basura", había acertado. Efectivamente, había acertado qué contenía. Con disimulo, hice que todos esos objetos dieran vueltas dentro de la papelera, muy despacio, para que no hicieran ruido. Las puntas de mis dedos ya estaban negras, así que con dificultad me metí las manos en los pequeños bolsillos del pantalón.

Me fijé en que algunas de las chicas llevaban jerséis dos o tres tallas más grandes que la suya, y escondían las manos dentro de las mangas. Necesitaba hacerme con uno de esos. Otra alternativa era ponerme guantes, pero aún no hacía el suficiente frío.

No podía hacer mucho más con las cosas que había en la papelera sin llamar la atención, así que busqué objetos que estuvieran en el suelo. Encontré una pelota de papel y la hice moverse a ras de suelo ya que hacerla flotar habría llamado demasiado la atención. Hice lo mismo con un par de papeles más, una bolsa de patatas vacía, un trozo de palmera, unas piedrecillas y lo que más juego me dio: hojas caídas de los árboles. Podía hacer que incluso crujieran sin tocarlas. Quise comprobar si podía mover también las hojas que aún estaban en el árbol, pero no podía ni hacer ni que se balancearan. Quizá porque en el árbol no eran aún basura.

Pude mover todos los desperdicios que tuve a la vista, con una excepción. Había un grupo de niñas de secundaria, sentadas junto al muro. Estaban haciendo pulseras y ceniceros usando latas de refresco. Tenían un montoncito de chapitas y de latas partidas que esperaban a ser reciclados. A pesar de ser basura no pude mover ni una sola de esas chapitas.

Me volví cuando escuché las risas de un grupo de chicos. Debían tener unos trece años, y parecían jugar a pasarse una pelota de tenis. Estaban en círculo y uno de ellos, con pecas y más bajito que los demás, se protegía la entrepierna con las dos manos. Tenía los ojos brillantes y parecía asustado. Aquello me preocupó y traté de acercarme, pero los chicos que rodeaban al chaval de pecas me empezaron a llamar "guarra" y a vacilarme, como hacía el resto del instituto, así que mantuve la distancia.

Cuervo (fantasía urbana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora