47- Resurrección

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Isis amaba el sol, la sensación de calidez en su piel cuando estaba bajo los rayos poderosos de este... Había algo en eso que la hacía sentir que todo iba a estar bien.
La forma en que podía calentarte en todos los lugares adecuados solo con estar bajo de los rayos del sol. Te cubre con una comodidad que no se consigue fácilmente, como un consuelo natural.
Ella te tenía un aprecio enorme a algo tan cotidiano como lo era el sol, incluso en sus días más oscuros, cuando no quería nada más que existir en la oscuridad o simplemente no existir.

Ella no podía evitar mirarlo fijamente, queriendo apreciarlo a toda hora.
Sergio le había dicho mil veces que no lo hiciera cuando era chiquita pero nunca pudo hacerle caso

¿Cómo no mirar algo que amaba tanto?

Ella jamás entendió eso ¿Porque un poder superior, una ciencia o lo que eligiera creer, había hecho que el sol fuera imposible de mirar?

Era el sol, se suponía que representaba el calor.

Ella lo miró hasta que sus ojos se volvieron ciegos, los cerró y desvío su mirada a sus pies descalzos que estaban bajo la arena de la playa. Isis veía puntitos que se juntaban en su vista imposibilitandole ver bien por lo que frotó sus ojos tratando de normalizar su visión.

Ella supuso que eso pasaba con el sol, que no quería que lo vieran por mucho.
No quiere ser notado.
Porque cuando lo hacés es cuando vez las cosas que no te gustan realmente.

La castaña pensó que tal vez el sol solo quería ser admirado por un momento determinado, porque sabía que el no era tan hermoso como parecía a simple vista.
Porque cuándo ella más miraba, más veía las cosas como realmente eran. Si miraba demasiado tiempo el sol que tanto amaba, más se daba cuenta que este solo era una cantidad enorme de fuego que ardía violentamente, que en cualquier momento podría explotar y quemar la tierra en unos cuantos segundos sin importar nada.

Isis supuso que el sol realmente no era tan puro como ella pensaba.

Pero hacía su parte y aportaba calidez a todo lo que se encontrará en la tierra. Incluso allí, calentado la arena que estaba bajo suyo y se dió cuenta que mientras más hundía los pies más fresco estaba.

El viento que la rodeaba era cálido y se colaba por la tela holgada que tenía puesta, un vestido blanco suelto que le llegaba arriba de las rodillas.
La brisa le daba una sensación tan reconfortante, algo maravilloso en contraste con los rayos de sol calentando su piel.
Cuando Isis cerraba los ojos sentía que estaba en cualquier lugar, donde ella quisiera estar. Cuando respiraba profundamente sentía la luz del sol que llenaba sus pulmones de calidez, cuando exhalaba la sensación de liberación la acompañaba.
El aroma del océano, el ruido de las olas armonizaba ese momento tan pacífico, la luz del sol rebota en el reflejo y hace que la marea se vea amistosa a pesar de ser el lugar que más le aterraba.
Las olas rompían contra la superficie cubriendo de una fina capa de "vidrio liquido" sobre la costa, humedeciendo una y otra vez los mismos lugares de arena.

-¿No es hermoso?-

Isis volteó la cabeza hacia la voz y logró visualizar el perfil lateral de un hombre, quien está sentado en la arena junto a ella.
Tenía pantalones blancos y una camisa del mismo color, sólo que está no estaba abrochada. Se encontraba sentado con las rodillas dobladas en el aire y los pies descalzos enterrados en la arena justo como ella. Sus antebrazos permanecían posados sobre sus rodillas mientras sus manos están entrelazadas entre si.
Le bastó solo ver sus ojos para que Isis supiera quién era. -¿Cuando llegaste aquí?-

El mantenía sus ojos azules en el agua y fue en ese momento en que ella se dió cuenta del color casi idénticos que tenían el agua y sus ojos, a lo lejos escuchaba las olas romper y el ruido de algún que otra ave marina, creando un ambiente tan pacífico.

SEMPITERNO |Palermo|Where stories live. Discover now