𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟦

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Sakura no durmió en toda la noche, ni siquiera cuando Tobirama la relevó. A lo largo de toda la guardia nocturna, un pensamiento la había estado torturando.

Los esclavos.

A lo mejor, si Nagato hubiera enviado a otras personas —y ella se hubiera enterado más tarde de los negocios que Nagato se traía entre manos, cuando hubiera tenido otras cosas en las que pensar— no le habría importado. Sin embargo, enviarla a ella a buscar un cargamento de esclavos... personas que no habían hecho nada malo salvo luchar por su libertad y la seguridad de sus familias...

¿Cómo podía esperar el rey de los asesinos que fuera Sakura quien los transportase? Si Yahiko hubiera estado vivo, habría contado con un aliado. Yahiko, a pesar de su profesión, era la persona más compasiva que había conocido en su vida. Su muerte dejaba un vacío que Sakura jamás podría llenar.

Sudaba tanto que acabó por dejar las sábanas empapadas. Y durmió tan poco que cuando amaneció se sentía como si una manada de caballos salvajes la hubiera arrastrado por los pastos de Eyllwe.

Por fin, Tobirama la despabiló, azuzándola de mala manera con el pomo de la espada. La miró un momento y le dijo:

—Tienes un aspecto horrible.

Comprendiendo que aquella iba a ser la tónica del día, Sakura se levantó de la cama y cerró la puerta del baño de un portazo.

Cuando salió poco después, lo más aseada que pudo teniendo en cuenta que solo contaba con una jofaina y sus propias manos, comprendió una cosa con absoluta claridad.

Jamás, ni en su peor pesadilla, iba a transportar a aquellos esclavos a Rifthold. Bee se los podía quedar, por lo que a Sakura concernía, pero no sería ella quien los llevase a la capital.

Tenía dos días para discurrir el modo de arruinar los planes de Nagato y el señor de los piratas.

Y salir viva del intento.

𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora