Capitulo 11

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Sakura despertó con una horrible jaqueca.

Sin abrir los ojos, dejó que sus sentidos se acostumbraran al entorno antes de anunciar al mundo que estaba despierta. No sabía dónde estaba, pero era un lugar silencioso, húmedo y frío que olía a moho y a basura.

Antes de levantar siquiera los párpados comprendió tres cosas.

La primera, que había estado inconsciente como mínimo seis horas, pues podía mover los dedos de las manos y los pies. Aquellos movimientos le bastaron para saber que la habían desarmado.

La segunda, que si después de seis horas Nagato y los demás no la habían encontrado, o bien se encontraba en las mazmorras reales, al otro lado de la ciudad, o bien en alguna celda de los sótanos de la mansión de Jayne, esperando un transporte.

La tercera, que Tobirama seguía muerto, y que incluso su propia rabia había tenido su papel en una traición tan retorcida y despiadada que Sakura apenas empezaba a vislumbrarla.

Tobirama seguía muerto. Y ella estaba en un sótano de mala muerte.

Sakura abrió los ojos. En efecto, estaba en un sótano, tirada sobre un camastro de heno y encadenada a la pared. También tenía los pies sujetos al suelo, y las cadenas medían lo justo para que, si necesitaba aliviarse, pudiera llegar al mugriento cubo del rincón.

Jamás en toda su vida había estado en una situación tan degradante.

Después de orinar, echó un vistazo a la celda. No había ventanas, y entre la puerta de hierro y la pared no cabía nada salvo una rendija de luz. No oía nada, ni procedente del exterior ni del otro lado de las paredes. Podría haber estado en cualquier parte, debajo de la casa de Jayne, en las mazmorras de palacio o en una cárcel cualquiera de la ciudad.

Tenía la boca seca, la lengua hinchada. Habría dado cualquier cosa por un trago de agua para quitarse el sabor de la sangre. También le dolía el estómago de hambre, y la jaqueca le atravesaba el cráneo como flechas de luz.

𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora