𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁𝑜 12

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Sakura corrió hacia Jūgo, que gimió cuando le dio la vuelta para ponerlo boca arriba. La herida que tenía en el estómago seguía sangrando. La asesina se arrancó unas tiras de la túnica empapada en sangre y gritó pidiendo ayuda mientras lo vendaba con fuerza.

Oyó un roce de tela en el suelo. Sakura miró por encima del hombro y vio que el maestro intentaba acercarse a su hijo a rastras. La parálisis debía de estar cediendo.

Cinco asesinos cubiertos de sangre subieron las escaleras a toda prisa. Abrieron los ojos de par en par y luego palidecieron al descubrir a Jūgo y al maestro. Sakura dejó a Jūgo a su cuidado y se precipitó hacia el padre.

—No te muevas —le ordenó. La asesina frunció el ceño cuando la sangre de su propia herida manchó la túnica del maestro—. Podrías lastimate.

Observó la tarima buscando alguna pista de la procedencia del veneno, y se precipitó a coger una copa de bronce volcada. Dedujo por el olor que habían adulterado el vino con una pequeña cantidad de gloriella, suficiente para paralizarlo pero no para envenenarlo. Al parecer Karin se había propuesto dejarlo completamente indefenso antes de matarlo. Quería que supiese que era ella quien lo había traicionado. Que estuviera consciente mientras le cortaba la cabeza. ¿Cómo era posible que el maestro no se hubiera dado cuenta del ardid antes de beberse aquel agua envenenada? Tal vez no fuera tan humilde como parecía. Quizás hubiera sido tan arrogante como para creer que estaba a salvo allí.

—Pasará pronto —tranquilizó Sakura al señor mudo, pero gritó pidiendo el antídoto para acelerar el proceso. Uno de los asesinos salió corriendo del salón.

Cogiéndose la herida con una mano, se sentó junto al hombre. Al otro lado de la estancia, los asesinos se disponían a trasladar a Jūgo, después de asegurarle al maestro que su hijo se pondría bien.

Sakura estuvo a punto de gemir de alivio, pero se puso alerta cuando notó que una mano seca y encallecida rodeaba la suya y se la apretaba ligeramente. Bajó la vista hacia el señor mudo, cuyos ojos miraron la puerta abierta. Le recordaba la promesa que había hecho. Le había dado a Karin veinte minutos para ponerse fuera de su alcance.

𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora