Capitulo 7

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Tobirama no estaba en casa.

El reloj de la repisa de la chimenea marcaba la una de la mañana. Sakura se quedó de pie ante las brasas del hogar y miró el reloj,

preguntándose si funcionaría mal.

Sin embargo, podía oír el tictac, y cuando miró su reloj de bolsillo comprobó que también marcaba la una. Luego la una y dos minutos. Luego la una y cinco...

Añadió unos cuantos troncos al hogar y se desprendió de las espadas y las dagas pero se dejó el traje puesto. Por si acaso.

No tenía ni idea de cuándo había empezado a pasearse delante del fuego; se dio cuenta cuando el reloj dio las dos y se sorprendió a sí misma mirando la hora.

Tobirama llegaría en cualquier momento. En cualquier momento.

Sakura despertó al oír las campanadas del reloj

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Sakura despertó al oír las campanadas del reloj. Se había acurrucado en el sofá... y se había quedado dormida sin darse cuenta.

Las cuatro.

Sakura volvería a salir dentro de un instante. Quizás Tobirama había buscado refugio en el castillo. Era poco probable, pero... seguramente no había escondrijo más seguro para alguien que acababa de matar a Rourke Farran.

Sakura cerró los ojos.

La claridad del alba la cegaba. Con los ojos irritados, la asesina cruzó los arrabales a paso vivo, luego los barrios altos, buscando algún rastro de Tobirama en cada uno de los adoquines, de los nichos, de los tejados.

A continuación se dirigió al río.

Sakura no se atrevía ni a respirar mientras recorría arriba y abajo la margen que bordeaba los barrios bajos, buscándolo. Buscando alguna señal de Farran o... o...

O.

No se atrevía a terminar ese pensamiento, aunque las náuseas le retorcían las tripas mientras inspeccionaba la orilla, los muelles y los desagües.

Seguro que la estaba esperando en casa. Luego la reñiría, se reiría de ella y la besaría. Y aquella misma noche, Sakura liquidaría a Jayne, y zarparían de aquel mismo río hasta llegar al mar. Y se marcharían.

La estaba esperando en casa. Estaba en casa.

En casa.

Mediodía

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Mediodía.

Imposible pero cierto. Le había dado cuerda al reloj de bolsillo, que jamás había fallado en todos aquellos años.

Cada uno de los pasos que la conducían escaleras arriba le parecía ligero y pesado a un tiempo. Ligero y pesado. La sensación cambiaba con cada latido de su corazón. Pasaría por casa solo el tiempo necesario para averiguar si Tobirama había vuelto.

Un silencio ensordecedor se cernía sobre ella, una ola encrespada que Sakura llevaba horas intentando dejar atrás. Sabía que cuando el silencio la alcanzase al fin, todo habría cambiado.

En lo alto de las escaleras, miró fijamente la puerta. Estaba abierta y la habían dejado entornada.

Sakura emitió un sonido estrangulado y corrió los últimos pasos, casi sin darse cuenta de que abría la puerta e irrumpía en el piso. Le gritaría. Y lo besaría. Y luego volvería a gritarle un poco más. Mucho más. ¿Cómo se atrevía a ponerla tan...?

Nagato Uzumaki la esperaba sentado en el sofá. Sakura se detuvo en seco.

El rey de los asesinos se levantó despacio. Ella leyó la expresión de sus ojos y supo lo que le iba a decir antes de que abriera la boca para susurrar:

—Lo siento.

El silencio la alcanzó.

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𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Where stories live. Discover now