Capitulo 2

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Cuando Sakura y Tobirama entraron en el castillo al día siguiente, se sintieron como si nada hubiera cambiado. La asustadiza ama de llaves les dio la bienvenida antes de escabullirse a toda prisa como de costumbre, y Wesley, el lacayo de Nagato, hacía guardia junto a la puerta del estudio del rey de los asesinos en su postura habitual.

Se dirigieron a la puerta a paso vivo, y Sakura aprovechó cada movimiento, cada respiración, para asimilar hasta el último detalle del entorno. Dos espadas sujetas a la espalda de Wesley, una al costado, dos dagas prendidas al cinturón y el brillo de una tercera en la pantorrilla; seguramente llevaba otra más escondida en la segunda bota. Wesley tenía la mirada viva, alerta; ni rastro de cansancio o de enfermedad que la asesina pudiera aprovechar en caso de lucha.

Tobirama, sin embargo, caminó directamente hacia Wesley y, a pesar de lo callado que había estado durante el largo camino hacia allí, le tendió la mano y lo saludó.

—Me alegro de verte, Wesley.

Wesley estrechó la mano de Tobirama y le dedicó una media sonrisa.

—Te diría que tienes buen aspecto, chico, pero ese cardenal no te sienta nada bien.

El lacayo miró a Sakura, que levantó la barbilla y resopló.

—Tú estás más o menos igual —le dijo a la asesina, desafiándola con la mirada.

A Wesley nunca le había caído bien Sakura y no se molestaba en disimularlo. Como si hubiera sabido que Nagato y ella acabarían luchando en bandos contrarios, y que a él le tocaría ocupar la primera línea de defensa.

Sakura pasó junto a él.

—Y tú pareces un zoquete, como siempre —le espetó con dulzura mientras abría las puertas del estudio.

Tobirama musitó una disculpa al mismo tiempo que Sakura entraba en la estancia. Nagato los estaba esperando.

El rey de los asesinos los contempló con una sonrisa en el rostro. Sus manos descansaban sobre el escritorio que tenía delante, los dedos unidos por las yemas. Cuando Tobirama entró a su vez, Wesley cerró la puerta. La pareja de asesinos se sentó en silencio en las dos sillas que descansaban ante el enorme escritorio de roble.

𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora