𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁𝑜 3

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Dos guardias los recibieron a la entrada del palco privado de Nagato. Se llevaron las capas mojadas y les ofrecieron a cambio copas de vino espumoso. De inmediato, un conocido de Nagato se asomó a saludar, y el soberano de los asesinos, junto con Tobirama y Tenten, se quedó charlando en aquel vestíbulo de paredes aterciopeladas. Sakura, que no tenía ningunas ganas de presenciar cómo Tenten flirteaba con el amigo de Nagato, traspasó la cortina escarlata para ocupar su butaca de costumbre, la más próxima al escenario.

El palco de Nagato estaba a un lado del enorme salón, lo bastante cerca del centro como para que Sakura tuviera excelentes vistas del escenario y del foso de la orquesta, aunque demasiado sesgado para su gusto. Miró con tristeza los palcos reales, todos vacíos. Estaban situados en el centro, la posición más codiciada. Menudo desperdicio.

Pasando la vista por la platea y los palcos restantes, Sakura se fijó en las relucientes joyas, en los vestidos de seda, en el fulgor dorado de las copas de flauta desbordantes de vino espumoso, en el fuerte murmullo de la multitud que pululaba por el teatro. Si había un lugar donde se sentía a gusto, un lugar donde no cabía en sí de felicidad, era allí, en aquel teatro de asientos de terciopelo rojo, arañas de cristal y bóveda dorada. ¿Era casual o premeditado que el teatro se hubiera construido en el corazón de la ciudad, a solo veinte minutos andando de la guarida de los asesinos? Sakura sabía que le costaría acostumbrarse a vivir en su nuevo hogar, separado del teatro por el doble de distancia. Un sacrificio que haría gustosa... si alguna vez se atrevía a decirle a Nagato que quería saldar su deuda y marcharse. Pero lo haría. Muy pronto.

𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Where stories live. Discover now