Capitulo 6

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A la noche siguiente, el reloj parecía haberse detenido a las nueve en punto. Tenía que ser así; ni en sueños un minuto podía durar tanto tiempo.

Sakura llevaba dos horas intentando leer... sin conseguirlo. Ni siquiera una novela romántica absolutamente pecaminosa había conseguido despertar su interés. Como tampoco hacer un solitario a las cartas ni buscar información en el atlas sobre el continente sur ni comerse todas las golosinas que escondía en la cocina, a salvo de Tobirama. Supuestamente, debería estar organizando las pertenencias que iba a llevarse consigo. Cuando se había quejado del enorme trabajo que le supondría, Tobirama se había impacientado tanto que había sacado todos los baúles vacíos que guardaban en el armario. Y luego había declarado que no pensaba viajar con docenas y docenas de zapatos, y que mejor se los hacía enviar cuando estuvieran instalados. Dicho eso, se había marchado a matar a Farran.

Sakura no sabía por qué le costaba tanto decidirse a empacar. Aquella misma mañana había contactado con el abogado. El hombre le había dicho que le costaría un poco vender el piso, pero Sakura se alegraba de no tener que hacer los trámites en persona y le aseguró que contactaría con él en cuanto hubiera encontrado un nuevo hogar.

Un nuevo hogar.

Sakura suspiró y las manecillas del reloj se desplazaron. Había transcurrido un minuto.

Naturalmente, puesto que los horarios de Farran eran imprevisibles, tal vez Tobirama tuviese que esperar unas cuantas horas a que saliese de casa. O a lo mejor ya había hecho el trabajo y había creído oportuno pasar un rato escondido, para que nadie lo siguiese hasta allí.

Sakura miró la daga que descansaba a su lado, en el sofá, y luego pasó la mirada por la habitación por centésima vez aquella noche, asegurándose de que todas las armas ocultas estuvieran en su lugar.

Los baúles aguardaban vacíos junto a la ventana.

Debería empezar a hacer el equipaje. En cuanto hubiera liquidado a Jayne la noche del día siguiente, Tobirama y ella tendrían que estar listos para dejar la ciudad. Pues si bien quería que el mundo supiera que Sakura Haruno era la autora del asesinato, les convendría alejarse de Rifthold cuanto antes.

Lo cual no implicaba una huida.

Las manecillas del reloj volvieron a desplazarse. Otro minuto.

Gimiendo, Sakura se levantó y se dirigió a la estantería que forraba la pared. Empezó a sacar los libros y a amontonarlos en el baúl que tenía más a mano. De momento, tendría que dejar allí los muebles y casi todos los zapatos, pero ni en sueños se iba a trasladar al continente meridional sin sus libros.

El reloj dio las once y Sakura se internó en las calles pertrechada con el traje que el maestro Tinkerer había encargado para ella y todas las armas que había podido sujetarse al cuerpo

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El reloj dio las once y Sakura se internó en las calles pertrechada con el traje que el maestro Tinkerer había encargado para ella y todas las armas que había podido sujetarse al cuerpo.

Tobirama ya debería estar de vuelta. Y aunque faltaba una hora para que, según lo acordado, saliese en su busca si no había regresado, Sakura no pensaba sentarse a esperar ni un minuto más. ¿Y si tenía problemas?

Echó a correr por los callejones, rumbo a la mansión de Jayne.

Reinaba el silencio en los arrabales, pero no más de lo que era habitual. Las prostitutas, los huérfanos descalzos y la gente que sencillamente intentaba ganarse unas monedas honradamente la miraban pasar, poco más que una sombra en la oscuridad. Sakura prestaba atención por si oía algún retazo de conversación que sugiriese la muerte de Farran, pero nada de interés llegó a sus oídos.

La asesina dejó de correr y empezó a avanzar a grandes zancadas. Sus pasos apenas resonaban contra los adoquines mientras se acercaba al barrio alto en el que vivía Jayne. Varias parejas de buena posición volvían andando a casa, quizá del teatro, pero nada alteraba la paz del lugar. Por otro lado, si Farran había sido asesinado, Jayne intentaría esconder la noticia el máximo tiempo posible.

Inspeccionó el vecindario a fondo y buscó en todos los lugares en los que Tobirama se podía ocultar. Ni una gota de sangre, ni un signo de lucha. Incluso se arriesgó a cruzar la calle hasta la casa de Jayne. La mansión, bien iluminada, ofrecía una estampa casi animada mientras que los centinelas hacían guardia en sus puestos con aire aburrido.

A lo mejor Tobirama había descubierto que Farran no saldría de casa aquella noche. Tal vez Sakura se hubiese cruzado con su amigo sin darse cuenta. A Tobirama no le haría ninguna gracia descubrir que Sakura había salido a buscarlo, pero seguro que él habría hecho lo mismo en su lugar.

Suspirando, Sakura se apresuró a volver al piso.

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𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora