𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟩

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Sakura y Karin sabían que su fuga con los caballos Asterión tendría consecuencias. La asesina de Adarlan albergaba la esperanza de tener tiempo para inventar una mentira creíble sobre la procedencia de los caballos, pero cuando llegaron a la fortaleza y vieron a Suigetsu esperándolas junto con otros tres asesinos supo que, de algún modo, su pequeña hazaña ya había llegado a oídos del maestro.

Se guardó de abrir la boca cuando Karin y ella se arrodillaron a los pies del trono con la cabeza gacha y los ojos clavados en el suelo. Después de aquello, el maestro jamás accedería a entrenarla.

El salón del trono estaba vacío aquel día, y Sakura oyó el roce de cada paso del maestro. La asesina sabía que el hombre podía andar en silencio si lo deseaba. Quería que se sintiesen amenazadas por su proximidad.

Y Sakura se sintió amenazada. Notó las pisadas y volvió a sentir el dolor de las magulladuras al recordar los puños de Nagato. De repente, el recuerdo de aquel día la asaltó con fuerza y recordó las palabras que Tobirama había gritado una y otra vez cuando el rey de los asesinos la había golpeado, aquellas palabras que las brumas del dolor habían borrado de su memoria:

«¡Te mataré!».

Tobirama lo había dicho muy en serio. A voz en grito. Una y otra vez.

Aquel recuerdo tan nítido como inesperado la cogió tan de sorpresa que por un momento olvidó dónde estaba... pero entonces los ropajes blancos del maestro aparecieron ante ella. Se le secó la boca.

—Solo queríamos divertirnos —explicó Karin con voz queda—.

Devolveremos los caballos.

Sakura, sin levantar la vista, echó una ojeada a su compañera. Karin miraba al maestro a los ojos, desde abajo.

—Lo siento —murmuró Sakura, que hubiera querido disculparse también por señas.

Si bien el silencio era preferible, quería que el maestro oyera su disculpa.

𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Where stories live. Discover now