Capítulo 4

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A solas en la cocina, Sakura se sirvió una taza de té intentando reprimir el temblor de sus manos. ¿Cómo había encontrado Nagato la vivienda? Seguramente les había sacado la información a los criados que la habían ayudado a llevar las cosas. Encontrarle en su casa, descubrir que había allanado su hogar... Qué horror. ¿Cuánto tiempo llevaba allí? ¿Habría estado revisando las pertenencias de Sakura?

Preparó otra taza de té para Nagato. Con las tazas y los platos en la mano, se dirigió al salón. El rey de los asesinos estaba sentado con las piernas cruzadas y un brazo echado sobre el respaldo del sofá, como si se sintiera en su propia casa.

Sin decir nada, Sakura le tendió una taza de té y se sentó en un sillón. La chimenea estaba apagada y durante el día había hecho tanto calor que Tobirama había dejado abierta una de las ventanas del salón. Una brisa salobre procedente del río Avery se coló en el apartamento haciendo ondear las cortinas de terciopelo escarlata y revolviéndole el pelo a Sakura. También echaría de menos aquel olor.

Nagato dio un sorbo al té y se quedó mirando el líquido ambarino de la taza.

—¿A quién debo agradecer un gusto tan exquisito en lo que a tés se refiere?

—A mí. Pero ya lo sabes.

—Humm. —Nagato dio otro sorbo—. Sí, sí que lo sé —los ojos purpura del asesino atraparon la luz de la tarde y adquirieron un tono azogue—. Lo que no sé es por qué a Tobirama y a ti les parece buena idea eliminar a Ioan Jayne y a Rourke Farran.

Lo sabía, naturalmente.

—No es de tu incumbencia. Nuestro cliente quería actuar al margen del gremio, y ahora que he transferido el dinero a tu cuenta Tobirama y yo ya no formamos parte de ella.

—Ioan Jayne —repitió Nagato, como si no acabara de recordar quién era—. Ioan Jayne. ¿Te has vuelto loca?

Ella crispó la mandíbula.

𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Where stories live. Discover now