Capítulo 5

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Rourke Farran era un hombre muy ocupado. A la mañana siguiente, antes del alba, Sakura y Tobirama aguardaban a una manzana de distancia de la casa de Jayne, ambos ataviados con prendas discretas y capas con capuchas lo bastante grandes como para ocultar buena parte de sus facciones sin suscitar sospechas. Farran se puso en marcha antes de la salida del sol. Siguieron su carruaje por la ciudad y se fijaron en cada una de las paradas que hacía. Era increíble que encontrara tiempo siquiera para dar rienda suelta a su sadismo, porque los asuntos de Jayne le ocupaban casi todo el día.

Acudía a todas partes en el carruaje negro, una prueba más de su arrogancia, pues esa costumbre hacía de él un blanco fácil. A diferencia de Doneval, que siempre llevaba escolta, Farran parecía prescindir de los guardias a propósito, como si desafiara a cualquiera a enfrentarse a él.

Lo siguieron al banco, a las cantinas y tabernas que Jayne poseía, a los burdeles, a los puestos del mercado negro escondidos en ruinosos callejones y, por fin, otra vez al banco. Entre una cosa y otra, pasaba con frecuencia por casa de Jayne. Y luego sorprendió a Sakura al entrar en una librería; no para amenazar al dueño ni para cobrar impuestos, sino para comprar libros.

La asesina se sintió horrorizada. Sobre todo cuando, a pesar de la protestas de Tobirama, Sakura se coló en el interior mientras el dueño estaba en la trastienda y echó una ojeada al cuaderno de pedidos que había detrás del mostrador. Farran no había comprado libros sobre torturas ni muerte ni nada perverso. Ah, no. Eran novelas de aventuras. Novelas que ella había leído con gusto. La idea de que Farran las leyera también le parecía, de algún modo, una violación.

El día fue transcurriendo y apenas averiguaron nada aparte de la tranquilidad con la que el criminal viajaba de un lado a otro. A Tobirama no le costaría nada liquidarlo al día siguiente por la noche.

El sol ya mudaba en los tonos dorados de última hora de la tarde cuando Farran se detuvo ante la discreta puerta de hierro que conducía a los Sótanos.

𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Where stories live. Discover now