𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟥

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Sakura eligió la túnica más bonita que había llevado consigo. No era nada del otro mundo, pero la tela dorada y azul marino realzaba el color jade de sus ojos. Incluso se aplicó algo de cosmético en los párpados, aunque decidió no añadir nada más. Si bien el sol ya se había escondido, hacía mucho calor. Cualquier afeite que se aplicara en la piel desaparecería a los pocos minutos.

Karin cumplió su promesa de acudir a buscarla antes de cenar y, de camino hacia el comedor, interrogó a Sakura sobre su viaje. La muchacha hablaba con normalidad en algunos tramos del camino mientras que en otros bajaba la voz o incluso le hacía señas a Sakura de que guardara silencio. La asesina de Adarlan no entendía por qué ciertas salas requerían silencio absoluto y otras no; a ella todas le parecían iguales. Agotada a pesar de la siesta y sin saber cuándo podía hablar y cuándo no, Sakura respondía con brevedad. Con gusto se habría saltado la cena y se habría quedado durmiendo.

Aguzar los sentidos a la entrada del comedor le exigió un gran esfuerzo de voluntad. Aunque exhausta, examinó el salón por instinto. Había tres salidas: los portalones por los que habían entrado y dos puertas de servicio al otro lado. El comedor estaba atestado de gente de todas las edades y nacionalidades que ocupaban las grandes mesas o los bancos de madera. Habría unas setenta personas como mínimo. Nadie miró a Sakura cuando Karin la guio tranquilamente hacia una mesa situada al fondo. Si sabían quién era la asesina de Adarlan, no parecía importarles. Sakura intentó no enfurruñarse.

Karin se deslizó en un banco y dio unas palmadas en el sitio vacío que había a su lado. Los asesinos sentados a la mesa —algunos charlando en voz baja, otros en silencio— alzaron la vista cuando Sakura se quedó de pie ante ellos.

La otra le hizo gestos con la mano.

—Sakura, estos son todos. Todos, esta es Sakura. Aunque estoy segura de que ya lo sabes todo de ella, cotillas.

Hablaba con voz queda, y aunque algunos asesinos parecían enfrascados en la conversación, todos los que estaban a su alrededor la habían oído perfectamente. Incluso el tintineo de los cubiertos sonaba amortiguado.

𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Where stories live. Discover now