𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟦

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Aunque Sakura no quería admitirlo, Karin tenía razón. Al día siguiente corrió un poco más. Y al otro, y luego al otro. Por desgracia, le costaba tanto volver que no tenía tiempo de buscar al maestro. Tampoco le habría servido de nada. Él la mandaría llamar. ¡Cómo a un lacayo!

De algún modo, le sobraba un poco de tiempo a última hora de la tarde para hacer ejercicios con Karin. Lo más parecido a una lección que recibía eran las instrucciones de unos cuantos asesinos avejentados que le mostraban cómo colocar las manos y los pies, le daban unas palmadas en la barriga y un manotazo en la espalda para que se irguiese. De vez en cuando, Jūgo se entrenaba a su lado, nunca muy cerca pero sí lo suficiente como para que Sakura no considerase su cercanía una coincidencia.

Al igual que los asesinos de Adarlan, los asesinos silenciosos no poseían ninguna destreza especial; salvo el silencio absoluto de sus movimientos. Las armas eran más o menos las mismas que las de Adarlan, aunque la longitud y la forma de los arcos y las hojas variaban un poco. Sin embargo, al mirarlos, tenías la sensación de que allí había mucha menos... crueldad.

Nagato los animaba a que se ensañasen. Enfrentaba a Sakura y a Tobirama incluso cuando eran niños y utilizaba sus victorias y sus derrotas contra ellos. La animaba a pensar que cualquiera, salvo Yahiko y el propio Nagato, era un enemigo en potencia. Aliados, sí, pero también rivales que no debía perder de vista. Jamás, en ningún caso, podía demostrar debilidad. La brutalidad se recompensaba. Y la educación y la cultura también se consideraban importantes; las palabras podían ser tan letales como el acero.

Los asesinos silenciosos, en cambio... Aunque también fueran criminales, aprendían los unos de los otros. Valoraban la sabiduría del grupo. Los guerreros mayores sonreían cuando enseñaban a los acólitos; los asesinos más experimentados intercambiaban técnicas. Y si bien competían entre ellos, se diría que un vínculo invisible los mantenía unidos. Algo los había llevado a aquel lugar, situado en los confines de la Tierra. No pocos, descubrió Sakura, eran mudos de nacimiento. Y todos parecían guardar grandes secretos. Como si la fortaleza y sus habitantes, de algún modo, le ofrecieran las respuestas que andaban buscando. Como si el silencio escondiese todo aquello que anhelaban.

𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Where stories live. Discover now