𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟦

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Naori llevó a la chica a su habitación debajo de las escaleras, porque medio temía que el mercenario que se había escapado las esperara arriba. Y Naori no quería ver más enfrentamientos o matanza o sangre, su estómago fuera fuerte o no.

Sin mencionar que también medio temía encerrarse con llave en la habitación con la forastera.

Dejó a la chica sentada en su cama hundida y fue a buscar dos tazones de agua y algunas vendas limpias, suministros que se descontarían de su sueldo cuando Ryūsui comprendiera que no estaban. No importaba, sin embargo. Esto era lo menos que podía hacer.

Cuando Naori volvió, casi dejó caer los tazones que echaban vapor. La muchacha se había quitado su capucha y capa y túnica.

Naori no sabíaqué comentar en primer lugar:

Que la chica era joven –tal vez dos o tres años más joven que Naori– pero se veía vieja.

Que la chica era hermosa, de cabellos rosados y ojos jades que brillaban en la luz de las velas.

O que la cara de la chica habría sido aún más bella si no hubiera sido cubierta con un mosaico de moretones. Tan horribles moretones, incluyendo un ojo morado que sin duda había estado hinchadamente cerrado en algún momento.

La muchacha estaba mirándola, tranquila y quieta como un gato.

No era el lugar de Naori para hacer preguntas. Sobre todo, no cuando cuándo esta muchacha había terminado con tres mercenarios en cuestión de segundos. Aunque los dioses la habían abandonado, Naori todavía creía en ellos; estaban todavía en algún lugar, observando. Ella lo creía, porque si no, ¿cómo podría explicar que había sido salvada ahora mismo? Y la idea de estar sola –verdaderamente sola– era demasiado para soportar, aun cuando gran parte de su vida había estado perdida.

El agua salpicó en los tazones cuando Naori los dejó en la diminuta mesa al lado de su cama, tratando de impedir a sus manos temblar demasiado.

La chica no dijo nada mientras Naori inspeccionaba el corte en su bíceps. Su brazo era delgado, pero duro como una roca en el músculo. La chica tenía cicatrices en todas partes, pequeñas, grandes. Ella no ofreció ninguna explicación por ella, y a Naori le pareció que la muchacha llevaba sus cicatrices de la manera en que algunas mujeres llevaban su joyería más fina.

𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Where stories live. Discover now