𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟪

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Aunque los piratas gritaban y cantaban a su alrededor, Bee y Tobirama cerraban los ojos con expresión concentrada mientras sus gargantas subían y bajaban, subían y bajaban al tragar la cerveza fría. Sakura, que lo miraba todo por detrás de la máscara, no podía parar de reír.

No les costaba nada fingir que Tobirama estaba borracho y que Sakura y él se lo estaban pasando en grande. En parte gracias a la máscara pero también porque Tobirama representaba su papel a las mil maravillas.

Bee estampó la jarra contra la mesa y soltó un «¡Ah!» satisfecho mientras se secaba la boca con la manga. La multitud lo vitoreó. Sakura rio a carcajadas, con la máscara empapada de sudor. En la taberna, como en toda la isla, hacía un calor sofocante, y el olor a cerveza y a cuerpos sucios impregnaba cada grieta, cada piedra.

La taberna estaba abarrotada. Un conjunto formado de acordeón, violín y pandereta tocaba una tonada estridente en un rincón, junto al hogar. Los piratas intercambiaban historias y pedían sus canciones favoritas mientras los campesinos y los vagabundos bebían hasta la inconsciencia y apostaban en juegos de azar amañados. Las rameras, por su parte, merodeaban entre las mesas buscando algún regazo en el que hacerse un hueco.

Sentado frente a Sakura, Bee sonreía mientras Tobirama apuraba el final de su jarra. O eso creía el pirata. Como el líquido salpicaba y se derramaba constantemente de las jarras nadie reparó en la cerveza encharcada junto al vaso de Tobirama, y el agujero que el asesino había practicado en el fondo del recipiente era demasiado pequeño como para ser detectado.

El público se dispersó y Sakura rio a carcajadas levantando una mano.

—¿Otra ronda, caballeros? —preguntó a la vez que hacía gestos al tabernero.

—Bueno —dijo Bee—. Debo reconocer que me caen mucho mejor en la taberna que cuando hacemos negocios.

Tobirama se inclinó hacia delante con una sonrisa conspiradora en el rostro.

𝓛𝓪 𝓔𝓼𝓹𝓪𝓭𝓪 - 𝐒𝐚𝐤𝐮𝐫𝐚 𝐇𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐨Место, где живут истории. Откройте их для себя