Capítulo 4

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-Tres -respondió él- pero ninguno de ellos vive aquí. Se marcharon a otras ciudades para ir a la universidad. Conocieron a alguien y formaron un hogar. Siempre pensé que este pueblo no era lo suficientemente agradable para ellos. Mi esposa siempre está en comunicación con Elizabeth y Marcos, pero Juan... nunca más nos ha vuelto a hablar. Eso destrozó a María.

-Lamento escuchar eso -los ojos de Antony se posaron sobre la oscuridad que consumía la carretera.

-A veces nuestros hijos no aprecian los sacrificios que hacemos, y creen que nuestros actos son porque los odiamos, pero la realidad es... es que lo hacemos porque los amamos... es para que ellos sepan la diferencia de lo bueno y lo malo... para que aprendan a enfrentar la vida con madurez. ¿No lo cree así, profesor? -le dijo el señor Jesús al dedicarle una dolida mirada.

-Sí... así es -susurró Antony con tristeza.

Se produjo una breve pausa en la que solo se escuchaban las voces alegres de Liliams y la señora María, quienes se encontraban abriendo las cajas de la cocina, y los pasos apresurados de Sebastián e Ignacio, quienes llevaban sus cosas a las habitaciones que habían seleccionado para ellos.

-¿Hacia dónde queda su casa? -volvió a hablar Antony.

-Vivimos a unos cuantos metros de aquí. Cuando me casé, mi padre y yo construimos la casa, es cómoda y hogareña. Tal como la deseaba María -respiró profundo- esta es una zona desierta, las casas están muy separadas una de la otra, pero es lo que deseábamos -respondió el señor Jesús- ¿Por qué eligieron esta casa?

-En realidad fui yo quien la eligió -admitió Antony- deseaba un lugar tranquilo para mi familia, algo donde pudiéramos convivir mejor y así unir más nuestros lazos.

-Has escogido el lugar perfecto.

-Me alegra escuchar eso -una sonrisa perlada se dibujó en el rostro de Antony- aunque no negaré que me aterraba la idea del traslado y la mudanza. No sabía cómo lo tomaría mi familia pero, hasta el momento vamos bien. Lo están intentando.

-Los cambios son buenos cuando se hacen en familia -le dijo- es lo mejor que pudieron haber hecho.

-Gracias.

El hombre revisó su reloj de mano e hizo una suave mueca, en la que se dibujaron unas cuantas arrugas verticales, haciéndolo parecer más viejo de lo que era.

-Creo que es mejor que mi esposa y yo nos marchemos -anunció.

-Muchas gracias por la ayuda señor Jesús. Siempre serán bienvenidos en nuestra casa -le dijo Antony con amabilidad.

-Y no estaría de más decir que no necesitan invitación para venir a la nuestra, pueden ir cuando quieran -añadió el señor Jesús.

-Gracias. Lo tendré en cuenta.

-Mantengan alejados a sus hijos de las planicies que se encuentran en el bosque, a veces no son muy seguras -le susurró el hombre.

-Lo tendré en cuenta.

-¡María, es hora de irnos! -llamó al acercarse a la puerta.

-¡Enseguida voy cariño! -respondió la anciana.

-Ha sido un placer, profesor -se despidió. Bajó las escaleras y caminó hacia su auto.

Segundos después se encontraban despidiendo a la señora María, quien se alejó con delicadeza para entrar en el vehículo, y desaparecieron en la oscuridad de la carretera, dejando a Antony y a toda su familia bajo la claridad de su casa.

-Hay que entrar chicos, está haciendo frío -sugirió Liliams.

Antony ayudó a desempacar algunas cosas que Liliams creía necesarias; al mismo tiempo cambiaron otras de sitio ya que habían sido puestas en el lugar equivocado."

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