Capítulo 23

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Una vez más, el silencio se hizo presente. Antony no podía creer lo que estaba escuchando. Por más que lo quisiera entender, no lograba asimilarlo. ¿Qué persona en su sano juicio se queda postrada en una cama para esperar su muerte? Pero aún no conocía toda la cultura de aquel pueblo. Sin embargo, estaba seguro del error que estaban cometiendo.

- Hemos tratado de hacerle entender que lo mejor es asistir a una clínica para que puedan asistirla, pero ella se niega a hacerlo –habló una vez más el anciano- María está tratando de ser fuerte, pero todas las noches se deja caer sobre la cama y comienza a llorar, pidiéndole a Dios que no se la lleve, que le permita disfrutar un poco más de la compañía de su madre. Pero todos sabemos que es difícil porque cuando la muerte toca a tu puerta, no hay nadie que la detenga.

- De verdad no logro comprender estas cosas, Jesús.

- No es fácil para nosotros. No creas que no desearía montar en mi camioneta y salir en busca del mejor médico para que la atienda. No estoy de acuerdo con dejarla en cama y esperar lo peor. No quiero verla sufrir y tampoco quiero ver a María sufriendo por el estado en que se encuentra su madre, pero es una decisión que ella misma tomó y lo único que podemos hacer es respetarla y aceptarla –dijo él.

Los desesperados pasos de una persona provenían del piso superior, bajó las escaleras dando grandes saltos y llevándose una mesa por delante, la cual cayó al suelo causando un fuerte estruendo que alarmó a todo el mundo. Antony se quedó inmóvil por un momento, imaginándose lo que venía.

- ¡Señor Jesús… papá… vengan pronto! –gritó Ignacio con desesperación- ¡Algo le está pasando a la abuela!

Y ahí estaban. Los dos hombres se movieron con una impresionante agilidad y en menos de un minuto se encontraban cruzando la puerta de la habitación donde la señora Carmen estaba. Sebastián sostenía una de sus manos mientras la observaba con ojos perdidos. Su pálido rostro le indicó a Antony lo que acababa de suceder.

- ¡Por favor señor, no te la lleves, no te la lleves! –el llanto de la señora María estalló en la habitación cuando ella hizo aparición. Liliams la seguía para tratar de tranquilizarla, pero era un caso perdido ya que la mujer no conseguía mantener la calma.

- ¡Liliams, llévate a María y a los chicos a nuestra casa! –le gritó Antony, mientras se acercaba a la cama para separar a su hijo de Carmen- ¡Jesús, llama al hospital, que envíen una ambulancia lo más rápido posible!

Todos en la habitación se movieron torpemente hasta dejar a Antony y a la señora Carmen bajo la soledad de la habitación. Se acercó al cuerpo de la anciana para agarrar una de sus muñecas y tomar el pulso pero no sintió nada. Volvió a intentarlo una vez más para comprobar si había sido un error provocado por los nervios que sentía pero esta vez se dio cuenta de la verdad: ella había muerto.

De pronto, el cuerpo de la señora Carmen se estremeció con fuerza. Sus párpados se movieron lentamente mientras dejaba escapar un extraño ronquido. Antony trató de retroceder pero una de las manos lo apresó, haciéndolo palidecer. Forcejeó desesperadamente en un intento de escapar pero le fue imposible. Una corriente de aire frío rozó su espalda mientras el pánico se apoderaba de todo su cuerpo. Le dio un rápido vistazo, encontrándose con una mirada perdida y vacía. Una vez más, el cuerpo se estremeció, dejando escapar un fuerte ronquido que se extendió por toda la habitación, paralizando por un segundo su corazón sin darse cuenta.

- La ambulancia viene en camino –anunció el señor Jesús al cruzar por la puerta. Cristalinas lágrimas rozaban sus mejillas hasta desaparecer en aquella grisácea barba- ¿Te encuentras bien?

- ¡S-sí… eso creo!

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