Capítulo 7

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"El médico me dijo que mi corazón está un poco débil, pero con el tratamiento y el reposo adecuado volveré a mi rutina", respondió su padre.

"Si necesitas algo, lo que sea, no dudes en pedírmelo", le dijo Antony con un poco de preocupación.

"No te preocupes, hijo. Estaré bien. Ahora descansa... debes estar agotado", contestó su padre.

"Lo haré. Saludos a mamá", respondió Antony.

"Con gusto. Salúdame a Lili y a los chicos", dijo su padre.

"Lo haré. Los amo", expresó Antony.

"Y nosotros a ti", concluyó su padre antes de cortar la llamada.

Antony pensó por unos segundos en las cosas que le había dicho su padre, especialmente sobre lo ocurrido en 2005 y la salud del viejo hombre.

Después se dio cuenta de que el haber adoptado a Spaik traería cosas positivas para su familia y no era necesario dejar que el perro escapara; al contrario, debía adaptarse a él y protegerlo como un nuevo miembro de su familia.

Se levantó de la silla y salió de la cocina, subió cuidadosamente por las escaleras, tratando de hacer el menor ruido posible.

Al llegar al piso superior se encaminó a la habitación de su hijo menor, entró y lo vio profundamente dormido. Se acercó a él y le depositó un suave beso en la frente.

"¡Descansa, pequeño!", susurró.

Al mirar hacia los pies de Ignacio, visualizó el pequeño bulto donde se encontraba Spaik, quien respiraba profundamente, algo que le causó un poco de gracia.

Salió al pasillo y se dirigió a la habitación de Sebastián. La luz de su recámara permanecía encendida, se acercó a la puerta y miró al interior.

"¿Sebastián?", llamó.

El chico estaba dormido, su boca entreabierta dejaba escapar unos débiles ronquiditos.

Las paredes de la habitación estaban forradas con pósters de algunas bandas que tenían nombres extraños, los cuales Antony nunca había oído. Sonrió con cariño y apagó la luz para alejarse.

Entró en su habitación y se desvistió, tratando de hacer el menor ruido posible para no despertar a Liliams; se acostó en la cama que, por el momento, era solo un suave colchón sobre el suelo. Sintió cómo su cuerpo poco a poco se fue relajando, eliminando todo rastro de estrés causado por el día.

Miró al otro lado de la cama donde la silueta negra de su esposa se dibujaba como una tenebrosa sombra, esperando el momento indicado para lanzarse sobre él.

Se dio media vuelta para alejar aquel extraño pensamiento de su mente. Visualizó el montón de cajas sin desocupar y, sin darse cuenta, se quedó dormido.

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