Capítulo 8

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Las semanas siguientes resultaron agotadoras para cada miembro de la familia. Se presentaron diversas situaciones que debían afrontar con sumo cuidado para mantenerse unidos y no desesperar en el proceso.

Antony había empezado a ejercer su nuevo cargo y se adaptaba al reglamento y a los estudiantes de la institución. Ignacio y Sebastián iniciaron sus clases y trataban de ponerse al día con cada una de las materias, gracias al apoyo ofrecido por sus nuevos amigos, a quienes conocieron en su primer día de clases.

Por otro lado, Liliams se encargaba de organizar todo en su nueva casa, y con la ayuda de la señora María, la casa comenzó a tener una mejor imagen.

Para sorpresa de Antony, sucedió lo que tanto había estado anhelando: su familia se había adaptado al pueblo y ahora amaban su nuevo hogar. Incluso las visitas a casa del señor Jesús y la señora María se habían convertido en una costumbre para la familia, ya que cada fin de semana se reunían para preparar un delicioso almuerzo que incluía unas cuantas cervezas para los dos hombres.

Conocieron a Carmen (la madre de la señora María), una hermosa anciana que era cuidada por una de las enfermeras del pueblo. Sus piernas habían perdido movilidad después de un terrible accidente automovilístico, donde no solo perdió la oportunidad de caminar sino también a su compañero de vida.

Sebastián e Ignacio se encariñaron tanto con la señora Carmen que empezaron a tratarla como una abuela para ellos, al punto de mimarla y darle los cuidados necesarios, porque, según decía Ignacio, "es la reina de la casa y la más hermosa abuela del mundo".

Por su parte, Liliams y la señora María se habían convertido en las mejores amigas desde el momento en que comenzaron a decorar la nueva casa de la familia, y Antony selló su amistad con el señor Jesús el día en que el primer trago de cerveza pasó por sus gargantas.

Llegó el sábado siguiente e Ignacio brillaba de emoción porque sería la primera vez que saldría de paseo con la familia de Juan (su nuevo amigo). Un hecho que le ponía los nervios de punta a Liliams ya que no conocía muy bien a aquellas personas; sin embargo, las recomendaciones de la señora María la tranquilizaron un poco.

A las nueve y media, el fuerte sonido de un motor se escuchó en las afueras de la casa, llamando la atención de Liliams, quien salió al porche para despedir a su hijo.

-¡Ten mucho cuidado! –le gritó.

-¡Lo haré! – el chico agitó una de sus manos desde la ventanilla trasera del auto hasta desaparecer de la vista.

Mientras esperaban el regreso de Ignacio, el resto de la familia Santiago permaneció en casa. Antony y Sebastián se encargaron de limpiar una de las habitaciones que se encontraba en el primer piso, donde él y su esposa habían decidido poner una biblioteca para el estudio de sus hijos. En cambio, Liliams, con nerviosismo y un poco de angustia, se dedicó a preparar el almuerzo; así cuando el señor Jesús y la señora María llegaran todo estaría listo.

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