Capítulo 24

1 1 0
                                    

La ambulancia llegó para llevarse el cuerpo. Antony y el señor Jesús subieron a la camioneta y condujeron tras ella.

- Antony… -habló el anciano- ¿Qué le diré a María?
- Solo… dile la verdad. Pero hazlo de la manera más sutil posible. Ella necesita de ti en este momento –susurró Antony con tristeza.
- ¡No es sencillo dar una noticia como esta! –la voz del hombre se quebró- ¡No quiero ver sus ojos y sentir toda esa tristeza que la sumirá en una profunda depresión!
- Jesús… yo… -Antony se encogió de hombros al sentir todo el dolor que emanaba de su amigo.
- ¡Cuando su padre falleció, fue un golpe fuerte para ella, no quiero volver a verla en ese estado… ¡maldición! –le dio un fuerte golpe al volante, mientras sus lágrimas comenzaban a salir nuevamente- ¡Es todo lo que tenía, Carmen era la luz de sus ojos, toda su vida veló para que su madre estuviera bien y… y… no es justo para ella!

El hombre se detuvo en medio de la carretera para ocultar su rostro tras las palmas de sus manos. El llanto era incontrolable y su respiración agitada. Antony entendía a la perfección lo que era perder a un ser querido, pero en ese momento no sabía qué palabras usar, así que prefirió guardar silencio y esperar a que su amigo se tranquilizara.

- ¡No es justo… no es justo! –decía el anciano en un hilo de voz.

Poco a poco, el llanto del hombre se fue desvaneciendo hasta solo escucharse una fuerte respiración que al cabo de unos segundos se transformó en un suave susurro. Antony cerró sus ojos con fuerza para buscar las palabras adecuadas.

- Jesús, lamento tu pérdida. Sé que la señora Carmen era como una madre para ti, y que al igual que María diste gran parte de tu vida para cuidarla, pero la verdad es que a todos nos llega el tiempo de partir y te aseguro que esa decisión tomada es porque ella sabía que desde las alturas tendrá la oportunidad de cuidarlos sin ningún temor. Y toda enfermedad que haya tenido en este mundo habrá desaparecido para darle la fuerza y la vida que ella tanto anheló. También su felicidad habrá vuelto por completo ya que no solo los tiene a ustedes, sino también tendrá a sus padres y a su maravilloso esposo junto a ella –habló con gran sutileza para que su amigo sintiera ese apoyo que tanto necesitaba.

- ¡Tienes toda la razón, Antony!

- Ahora solo debes ser fuerte para María ya que ella te necesita más que a nadie en este mundo.

El hombre asintió suavemente mientras le dedicaba una débil sonrisa de agradecimiento.

Después de acompañar a sus dos amigos al hospital, regresó a casa para tratar de descansar un poco ya que la hermosa velada que esperaba tener con su familia se tornó en la peor de las noches. Caminó hacia la puerta, esperando que su esposa no lo abordara con una serie de preguntas relacionadas con su pobre amiga pero se sorprendió al darse cuenta de lo contrario.

- ¡Cariño, al fin llegas! –dijo ella- te preparé un té. Eso te ayudará a dormir con más tranquilidad ya que ha sido un día agotador e inesperado.
- ¡Gracias! –respondió él en medio de su tristeza.
- ¿Te encuentras bien, Antony?
- Lo estaré una vez que caiga en manos de Morfeo.

Cuando las luces de la casa estuvieron apagadas y toda la familia reposaba en sus respectivas habitaciones, Liliams aprovechó el momento para observar la oscura silueta de su esposo, pensando si era correcto abordarlo con unas cuantas preguntas, así que se arriesgó.

- Antony ¿Crees que María estará bien? –preguntó por lo bajo.
- Será difícil para ella pero está en compañía de Jesús así que sí, estará bien –respondió, mientras miraba en dirección al techo- es mejor que descansemos Liliams.

Aquella noche, las ráfagas de viento aumentaron su fuerza, golpeando bruscamente contra las ventanas de la mansión. Antony se despertó y posó su mirada sobre la oscuridad del techo. Miró la silueta ennegrecida de su esposa. Se dio vuelta y cerró sus ojos para tratar de conciliar el sueño. De pronto, los estridentes e incesantes aullidos de Spaik comenzaron a escucharse.

- ¡Estúpido perro! – pensó.
Débiles pasos se oyeron en las escaleras, produciendo un lúgubre eco, el cual se extendió por todo el pasillo. Esto le hizo creer que uno de sus hijos provenía de la cocina, pero no fue así; su sangre se heló al darse cuenta de que una siniestra sombra se acercaba a su habitación. Intentó moverse para cerrar la puerta, pero sus músculos no respondieron, ya que una extraña fuerza lo aprisionó, y mientras sus brazos se hundían pesadamente contra el colchón, las frías gotas de sudor comenzaron a resbalar por su frente, adhiriendo todo su cabello contra la piel. El pánico se apoderó de su mente, trató de hablar, pero le fue imposible, pues su corazón cabalgaba desenfrenadamente para dejarlo sin aliento. Un segundo después, su corazón se detuvo al percibir el asqueroso olor a putrefacción. Miró alrededor y, al posar su mirada sobre la cama, justo a su lado, se encontró con unos ojos sin vida, pertenecientes al rostro de una mujer. Su podrida piel estaba cubierta por desagradables yagas que supuraban un líquido verde amarillento; su boca se abrió unos cuantos centímetros para dejar escapar un sonoro graznido que se desvaneció con el potente grito de Antony.
- ¡¿Cariño qué sucede?! – preguntó Liliams al despertarse.
- ¡Nada, solo… fue una pesadilla! – respondió en medio de jadeos- ¡Vuelve a dormir!
Cerró sus ojos para tranquilizarse y así dejarse llevar por la tétrica tranquilidad que ahora reinaba en todos los alrededores de su casa.

Tierra SantaWhere stories live. Discover now