Capitulo 33

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"Sombras se movían en todas direcciones. Los jardines ahora estaban poseídos por una multitud de cuerpos que se entrelazaban entre sí, creando una escena de inframundo. Estaban rodeados.

- ¡Antony! –gritó Liliams desde el piso de arriba.

Su voz era ronca y llena de desesperación. Los apresurados pasos de Sebastián cruzaron el corredor hasta llegar junto a su madre, quien dejaba escapar diminutos gritos, similares a entrecortados hipos.

Antony dio unos cuantos pasos atrás, alejándose de las ventanas, las cuales comenzaron a vibrar con fuerza.

- ¡Ayúdennos! –desesperados gritos se escucharon en todas direcciones, mientras las ventanas y las puertas de la casa eran golpeadas con fuerza.

Los gritos de Liliams y Sebastián se unieron a la desesperación.

- ¡Por favor… ¡ayúdennos!

Antony corrió en dirección a las escaleras mientras observaba cómo aquellas personas golpeaban cada una de las ventanas. Sus rostros emanaban terror y desesperación. Subió a toda velocidad los escalones pero a mitad de las escaleras tropezó, cayendo de rodillas sobre los escalones inferiores.

- ¡¿Mamá qué es esto?! –gritó Sebas en medio del llanto.

- ¡No mires por las ventanas! –se podía escuchar cómo su familia se alejaba torpemente de las ventanas.

Se reincorporó y retomó su marcha.

- ¡¿Se encuentran bien?! –les preguntó al entrar en la recámara.

- Sí, pero… -intentó decir su esposa.

-Ya había oído hablar de esto –susurró él, mientras los golpes y los gritos continuaban. Miró hacia la cama- ¿Cómo se encuentra Ignacio?

-La fiebre aún le continúa –su voz era temblorosa y casi inaudible- ¡Siento que moriremos!

Antony la observó.

- ¡Nadie en esta casa morirá, Liliams!

- ¡Todos llegaremos allá algún día ¿No?!

- ¡Sí, pero no todavía! –exclamó Antony, mientras los gritos cesaban y la niebla se disipaba.

Su esposa lo observó con preocupación, pero había algo más allá detrás de esa aterrada mirada y él creyó saber de qué se trataba, así que prefirió guardar silencio para no iniciar una nueva discusión relacionada con su madre.

Se acercó a la ventana para ver cómo la niebla se dispersaba por todo el territorio. Aquellos cuerpos que rodeaban la casa poco a poco iban desapareciendo, dejando ante sus ojos una zona totalmente tranquila y despejada. No podía creer la cantidad de personas que se encontraban en las afueras pero al menos ya se estaban retirando.

- ¿Cuánto más debemos resistir? –pensó.

A los pocos días, la fiebre y el malestar de Ignacio se habían normalizado, devolviéndole la energía a la que estaba acostumbrado, lo cual le trajo tranquilidad a Liliams y descanso a Antony. Y, por supuesto, diversión a Sebastián, algo que se le había arrebatado durante dos semanas completas.

La semana siguiente estuvo llena de tranquilidad, hasta que Ignacio volvió a caer en cama. Esta vez la fiebre, el vómito y los fuertes espasmos se apoderaron del cuerpo del chico. Liliams le realizó los exámenes correspondientes, pero el médico corroboró que todo su organismo se encontraba en total perfección, lo cual le pareció extraño, así que dio la orden de repetir los estudios una vez más. De esta manera, indagar en lo que le estaba afectando.

Las últimas semanas de clases fueron las más agobiantes y estresantes para Antony, ya que los estudiantes habían tomado actitudes inadecuadas en presencia de los docentes y directivos de esa casa de estudio. La razón, como todos sabían, era el deseo de salir de vacaciones. Hecho que sucedía cada año. Los estudiantes faltaban a clase, no entraban a las últimas dos horas, golpeaban las barandas de las escaleras con sus cuadernos, gritaban fuertemente por los pasillos para fomentar el desorden entre sus compañeros, se enfrentaban entre sí en incontrolables riñas, no permitían dar las clases y en algunos momentos creaban incansables guerras con bolas de papel; guerras que enloquecían a todos los directivos. Relatos que contaba a su esposa después de la cena. Liliams por su parte reía hasta llorar.

- Es increíble que todo esto te esté sucediendo –dijo Liliams en medio de sus carcajadas.

- No tienes ni la menor idea, cariño –se quejó él, mientras sostenía la taza de café- A veces pienso y respiro profundo antes de entrar a uno de los salones. Estoy cansado de esos… de esos… bueno, a veces pienso que sus padres no les prestan la atención necesaria y solo los dejan hacer lo que desean.

- Lo que sucede es… que los tiempos han cambiado. La mayoría de los padres solo se preocupan por trabajar y dejan a un lado lo más importante…

- Su familia –terminó Antony con lentitud.

- Sí. Así es –Liliams tomó un sorbo de café.

- Lo que más me molesta es que los padres creen que nuestra institución es una guardería y nosotros solo estamos para cuidar a sus hijos –dijo con molestia. Se levantó y cerró la ventana.

- Sí, ya se lo había oído a una de las representantes. Y déjame decirte que no está de acuerdo con aquellos que piensan que ustedes solo están para eso.

- Lo peor es que mis hijos nunca han sido groseros o me han faltado al respeto como para que otro lo venga hacer –Antony se sentó nuevamente frente a ella.

La conversación duró un largo rato hasta que la noche cubrió todo el territorio con su manto. Sebastián dormía profundamente, mientras Ignacio se estremecía a causa del frío provocado por las altas fiebres que lo atacaban con más frecuencia. El viento proveniente del bosque golpeaba contra la casa, trayendo consigo un infernal silencio, el cual era acompañado por un asqueroso olor a putrefacción. Un olor que se impregnaba en todo lo que se encontraba en su camino, causando incesantes náuseas a toda la familia quienes por más que cerraran las ventanas el olor terminaba introduciéndose por las diminutas rendijas.

- ¡Demonios! –exclamó Antony mientras tapaba su nariz con una de sus manos- ¡Otra vez ese maldito olor!

- ¡Hay que cubrir aún más las rendijas, no lo soporto!

- Cada noche se intensifica aún más. Es como si hubiera algo muerto en el interior de la casa ¡Qué asco!

Antony miró en todas direcciones como si estuviera buscando el cuerpo del cual emanaba aquella peste.

- ¡Un minuto! –susurró Liliams mientras miraba hacia las cortinas que cubrían la ventana.

Tierra SantaWhere stories live. Discover now