Capítulo 54

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"Subió a la recámara de Ignacio y tomó el cobertor que descansaba sobre la cama. Con cuidado, envolvió el cuerpo de su esposa en él. Salió de la habitación, descendió las escaleras y atravesó la sala de estar, cruzando la cocina hasta salir al exterior.

Antony inspeccionaba repetidamente sus exhaustos brazos, confrontando la dura realidad que sostenían. Recordaba la mañana en que despertó con una sensación incontrolable que le impedía hablar. Cada escena vivida en esa casa parecía más que un simple sueño; era una experiencia vívida tanto para él como para su familia.

Mientras caminaba por el jardín, revivía el intento de Ignacio por respirar, el sonido ahogado que emitía al luchar por aire y el olor desagradable que emanaba de su cuerpo. Esta vez, cargaba con el cuerpo de su esposa, moviéndose con lentitud y determinación.

En un momento, tropezó con una raíz saliente en el jardín pero logró mantenerse firme sin dejar caer a su esposa. Al divisar unos matorrales, recordó la tumba de su mascota Spaik y decidió dejar a Liliams y las prendas junto a ella antes de buscar herramientas.

Mientras se adentraba entre los árboles en busca de un pico y una pala, escuchaba sonidos inquietantes a su alrededor pero no se detuvo. Decidido a seguir adelante a pesar de las circunstancias, se enfrentaba a sombras moviéndose entre los árboles y almas errantes en el bosque.

Finalmente, llegó a su destino exhausto y sudoroso. Observó a su esposa envuelta en el cobertor manchado, sintiendo el viento golpear contra su cuerpo. Antes de poder expresar sus pensamientos, fue interrumpido por un graznido resonante.

La niebla cubrió el suelo indicando que era tarde para retroceder. Buscó las herramientas necesarias para cavar una fosa donde depositar a su esposa. A pesar del agotamiento, continuó cavando hasta completar la tarea.

Tomó las prendas con determinación y corrió hacia lo profundo del bosque, como si algo lo guiara en la oscuridad.

Al mirar a su alrededor, se sobrecogió al contemplar la espeluznante planicie que se extendía ante él. La sensación de horror que experimentaba lo intimidaba profundamente.

"Este debe ser el lugar donde se encuentran las fosas", pensó, esforzándose por distinguir la tierra oculta tras la niebla. A pesar de la falsa seguridad que le brindaba este pensamiento, reunió fuerzas para avanzar y se arrodilló bajo un haz de luz lunar. Debía actuar con rapidez antes de que algo terrible ocurriera.

Extendió la mano hacia un lado y... "¡Maldición, olvidé la pala!" exclamó con temor, limpiándose el rostro con la mano y respirando hondo. Un minuto después, estaba removiendo la tierra con ambas manos. A pesar del dolor que sentía al rozar la tierra con los dedos, no le importó. Cuando por fin cavó un hoyo lo suficientemente grande para enterrar las prendas, percibió cómo la tierra temblaba bajo su cuerpo.

"¡Pero qué diablos...!" Exclamó al ver cómo una serie de manos emergían de las profundidades, aprisionándolo con tal fuerza que no podía liberarse. Sus lamentos resonaban en el bosque, opacando su soledad mientras la tierra comenzaba a consumirlo.

Antony se estremecía desesperado, creyendo que podría escapar, pero ya era demasiado tarde. Gran parte de sus piernas y brazos habían sido tragados cuando las manos lo hundieron con mayor rapidez, inmovilizándolo por completo. Justo antes de ser sumergido por completo, lanzó un último y feroz grito que resonó en todo el territorio, poniendo fin a su vida.

Tierra SantaWhere stories live. Discover now