Capítulo 47

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María, después de hablar con Liliams, corrió en dirección a la puerta trasera, se detuvo por un instante ante ella, la abrió y salió hacia los jardines. Se detuvo una vez más para observar el bosque que se dibujaba ante sus ojos y continuó su camino ya que necesitaba hablar con Jesús. Este último había ido en busca de leña.

Desde hacía mucho se había mantenido alejada de ese lugar por el temor que le producían esos terrenos, pero ahora debía hacerlo ya que no era por su vida.

Mientras más se acercaba, más abrumadora era la situación. Sentía como si el bosque o lo que hubiera en él la llamara, atrayéndola como si fuera un enorme imán. De pronto, un silencio sepulcral la invadió, convirtiéndose en algo tenebroso, algo que nunca antes había sentido. Pero eso no la detuvo.

Se sentía culpable por haber participado en la venta de aquella casa, sabiendo lo que podría llegar a pasar, pero en aquel entonces no le importaba porque necesitaba el dinero.

Ahora, era diferente.

María vio que su esposo no se encontraba en el lugar de siempre, así que intentó buscarlo en las cercanías. Caminó lentamente mientras observaba en todas direcciones y detallaba aquel desolado lugar.

-¡Jesús… Jesús! –llamó deseosa de romper el silencio que la rodeaba. Su corazón cada vez latía más fuerte mientras sus pasos se tornaban pesados y torpes, no solo por las raíces que se encontraban en su camino sino también por el miedo que la estaba poseyendo.

María comenzó a recorrer el bosque metódicamente en busca de su esposo.

-¿Dónde estás, Jesús?

Pero no encontraba ninguna señal o huella que le indicara la ubicación de Jesús.

-¿Y si…? –se dijo a sí misma. Y le sorprendió lo alarmada que se encontraba.

Veloces pasos se escucharon a sus espaldas, rozando todo lo que se encontraba en su camino.

-¿Quién está ahí? –dijo, mientras se daba la vuelta.

Una vez más los pasos se escucharon a sus espaldas.

-¡¿Quién es?! –gritó con miedo- ¡Es mejor que salgas!

Nuevos pasos se dejaron oír, pero esta vez en todas direcciones, como si la estuvieran rodeando.

-¡Señor protégeme con tu manto! –una oleada de frío le erizó los vellos de la nuca, mientras daba varios pasos atrás y aumentaba la velocidad-¡Señor… te lo suplico, protégeme de todo mal que me pueda acechar en este bosque!

Su voz era temblorosa y entrecortada. Su respiración acelerada a causa del pánico que sentía al ver cómo una serie de cuerpos se materializaban frente a sus ojos. Entonces, comenzó a correr con todas sus fuerzas sin saber en qué dirección lo hacía.

-¡Creo en Dios padre todo poderoso, creador del cielo y la tierra. Creo en Jesucristo su único hijo nuestro señor quien…!

-¡María… María… María! –los gritos se escucharon a la distancia.

-¿Jesús? –susurró al detenerse en seco para observar a su derecha- ¡Jesús… Jesús… debemos salir de aquí lo más pronto posible! –su esposo se encontraba junto a un enorme árbol.

Su marcha se fue aminorando a medida que se iba acercando a él. Había algo extraño en él. No lo veía en totalidad pero había algo extraño y…

Poco a poco fue llevando sus manos al rostro mientras las lágrimas comenzaban a salir.

-¡Oh, Dios mío! –gritó, mientras se dejaba caer sobre la helada hierba. Su llanto era incontrolable y sus manos se estremecían descontroladamente mientras observaba el cuerpo de su esposo ensangrentado. Había sido atravesado por su propia hacha- ¡No, no, no, señor… por favor no!

Aquellos destrozados y deshechos cuerpos se hicieron presentes en todas direcciones.

-¡Creo en Dios padre todo poderoso, creador del cielo y la tierra…! –comenzó a orar, mientras la rodeaban.

Sentía su putrefacto olor.

Y el agudo grito de la anciana se extendió entre la vegetación.

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