Capítulo 50

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"Las luces de la sala empezaron a fallar, generando un zumbido eléctrico que perturbaba a quienes estaban dentro de la casa. Al mismo tiempo, un olor fétido se esparcía por la habitación mientras las corrientes de aire se movían en todas direcciones.

Un crujido desagradable comenzó a surgir de las paredes, como si se estuvieran rompiendo en pedazos.

La puerta de la biblioteca se entreabrió, mostrando una pequeña rendija por la cual se asomaba un ojo pequeño, cristalino y lloroso, iluminado por las luces intermitentes. Las lágrimas de Sebastián caían temerosas por sus mejillas, acompañadas de una respiración agitada y casi estridente, producto de los latidos acelerados de su corazón.

Llevó una mano a su rostro para tratar de acallar el sonido de su respiración ahora ruidosa, que se intensificó al ver cómo sombras tenebrosas emergían de las paredes con un repugnante gorgoteo. Las observó mientras se movían por la sala, tomando forma en cuerpos putrefactos que llenaban la habitación con su olor.

-¡Dios mío… Dios mío… Dios mío! –repetía sin control.

Cerró rápidamente la puerta cuando una de esas figuras lo miró fijamente.

Se escuchaban fuertes golpes en la puerta trasera mientras los gritos de su padre resonaban en toda la casa, indicándole que aún no sabía lo que estaba ocurriendo.

Fue entonces cuando notó el anillo en su mano. Lo contempló por un instante y el recuerdo volvió a su mente. No; no era un recuerdo, era como revivir aquel día cuando junto a Ignacio exploraron el bosque hasta llegar a una explanada, donde tomaron objetos sin permiso para llevar a casa.

Recordó la ansiedad y nerviosismo de Ignacio en ese momento, quien urgía volver porque sentía que no estaban solos. Y la extraña sensación que él mismo experimentó al escapar rápidamente del lugar, como si fueran presas de algo invisible que los perseguía.

-Dicen que tu casa está construida sobre una fosa común donde arrojaron cuerpos después de la crecida del río –resonó la voz de su mejor amigo en su mente- y no solo eso, cerca hay más fosas comunes… dicen que están malditas, al menos eso cuentan mis padres.

El gorgoteo desagradable se escuchaba cerca de las escaleras. Esta vez cayó al suelo.

-Mi madre comenta que la última familia que vivió aquí fue asesinada por tocar cosas que no debían, sacándolas de una fosa –comentó otro amigo.

Su cuerpo temblaba sin control.

-Eso habría desatado una maldición en estas tierras…

Sus lágrimas aumentaron.

-…lo cual llevó a sus muertes. Ellos mismos buscaron esto…

Los crujidos de las escaleras y los gritos frenéticos de su madre llegaron a sus oídos.

-…todos saben que es peligroso jugar con eso y es mejor dejarlo donde está si no quieres ser víctima… atacado por demonios u otras entidades en estas tierras.

Sebastián cubrió su rostro entre sus brazos y lloró amargamente.

-¡Todo esto es culpa mía! ¡Todo es mi maldita culpa!"

Tierra SantaWhere stories live. Discover now