Capítulo 5

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Liliams se había tomado el tiempo para recorrer toda la casa y memorizar cada uno de los espacios, de esa forma recordaría la ubicación de toda la decoración.

Ignacio se encontraba en su habitación, tendido sobre el colchón que su padre había dejado sobre el suelo, su respiración era profunda mientras su cuerpo estaba oculto por una gruesa cobija verde. A sus pies, permanecía Spaik, envuelto en una de las sábanas más viejas, a quien su madre tuvo que arropar por petición del chico.

En la habitación del fondo, Sebastián caminaba de un lado hacia otro, pegando los pósters de sus bandas favoritas en algunas de las paredes. Su habitación se encontraba abarrotada de cajas donde había guardado todos sus libros, ropa, zapatos, juegos de mesa, útiles para el colegio y quién sabe qué otras cosas más.

Antony y Liliams permanecían sentados junto a la mesa del comedor, tomando un poco de café para relajarse después de todo el ajetreo de aquel día.

- Me tranquiliza saber que los chicos se hayan tomado el traslado de la mejor manera -habló Liliams- me preocupaba que se llegaran a sentir mal por haber dejado la ciudad, y en especial a todos sus amigos para venir a vivir en un pueblo.

- Sé que todo esto es difícil para ti, pero poco a poco nos iremos adaptando a este entorno -le dijo Antony- Gracias por estar aquí.

- Somos una familia Antony, y saldremos adelante todos juntos -le sonrió- además me encanta el lugar, es hermoso.

- ¿Qué tal te ha parecido la señora María?

- Es una mujer muy dulce. Me sentará bien tener una vecina como ella, tiene ideas maravillosas para la decoración y se ofreció a venir durante los siguientes días para ayudarme a organizar todo -dijo con emoción- ¿Y el señor Jesús?

- Es un hombre agradable. Pude notar que el tener a sus hijos lejos de casa le ha afectado demasiado, se puede ver la tristeza en sus ojos -respondió Antony con pesar.

- Sí, la señora María me dijo que ha sido un golpe fuerte para ellos, en especial porque su hijo... ¿Cómo dijo que se llamaba? -pensó Liliams.

- Juan -le recordó él.

- Sí, Juan, ya no quería saber nada de ellos. No me imagino lo que deben estar sintiendo.

- No quiero ni pensarlo -dijo Antony para luego terminar su taza de café- ¿Qué tanto hace ese chico en su habitación? -preguntó al escuchar a Sebastián mientras caminaba de un lado hacia otro.

- Ya sabes cómo es, está tratando de organizar todo lo que puede, así tendrá más tiempo para explorar todo el lugar -le dijo Liliams.

- Pero es demasiado tarde, debería estar descansando.

- No te preocupes cielo, mañana es domingo; podrá dormir todo lo que desee.

- Está bien -respondió él.

- Ahora... es mejor que nos vayamos a la cama, te ves cansado -sugirió Liliams.

- Voy en un momento -comentó Antony sin mover un músculo.

- ¿Te sucede algo? -le preguntó un poco preocupada.

- No. Es solo que no tengo sueño aún -respondió.

- ¿Seguro?

- Completamente.

- Bueno... date prisa -le dijo ella con ternura- aunque esta casa me encanta, me da un poco de miedo.

- No te preocupes, pronto te acostumbrarás a ella.

Cuando Liliams salió de la cocina y subió las escaleras hasta el piso superior, Antony buscó su teléfono con gran rapidez, revisó sus contactos y llamó a uno de ellos. Su mirada se posó sobre la madera de la mesa, la cual brillaba suavemente bajo la luz de la lámpara.

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