Capítulo 40

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-¡Cecilia! – saludó Antony, ya que solo deseaba mantener una buena relación con su suegra.

-Nada de esto hubiera pasado si no los hubieras traído a este lugar –dijo ella- tú tienes toda la culpa. Así que solo aléjate de mí.

Antony se detuvo en seco para observarla. Un fuerte nudo en la garganta se reprodujo mientras sus ojos se empañaban, ya que era lo último que deseaba en un momento como ese. Pensó de inmediato en todas las personas que los estaban viendo y en aquellas que habían escuchado las palabras de Cecilia. Se sintió humillado, como la peor escoria del mundo, y culpable de la muerte de su propio hijo.

La mujer le dedicó una última mirada y se alejó despectivamente.

Miró al suelo y respiró hondo, ya que las últimas palabras que esperaba decir se ahogaron en su garganta, pero no pudo. Segundos después, estaba secando las lágrimas que caían por sus mejillas.

Entonces se produjo una extraña sensación. Débiles corrientes de aire golpeaban contra su cuerpo, llevando consigo la mirada de una persona que lo observaba desde las afueras de la capilla. Miró desconcertado y al agudizar su visión, se dio cuenta de que se trataba de un hombre. Su destrozada ropa estaba llena de barro, dejando a la vista enormes hematomas.

Y ahí lo comprendió. Comprendió que su familia lo necesitaba. Comprendió que el problema de todo lo sucedido no era su culpa ni de ningún otro miembro de la familia, solo era de aquel maldito lugar en el que vivían y la madre de Liliams cometía un error al tratarlo de aquella manera.

Permaneció inmóvil, observando el cadáver de aquel hombre. Y al cabo de un momento, la tétrica figura desapareció.

-¡Mamá, ya basta! –se escuchó la voz de Liliams. Sus lágrimas no paraban de caer por sus mejillas- Antony es un buen esposo y un buen padre. Nos ha dado todo lo que hemos necesitado.

Antony se giró en dirección a ella.

-Te lo dije desde un principio, Liliams –dijo Cecilia con furia- desde el momento en que te casaste con ese hombre yo sabía que algo saldría mal. Y para todo esto. Mira cómo estás ¿Y por quién? Por su culpa.

-Eso no es cierto, mamá. Nada de esto es su culpa. Ignacio solo enfermó y no encontramos una solución a su enfermedad. Antony hizo todo lo posible por salvarlo pero… el destino lo quería así.

-¡Abre los ojos, Liliams! –Gritó la mujer- ¡Mira en lo que te ha metido, por su culpa hemos perdido a nuestro Ignacio!

-En este momento veo las cosas con más claridad. Y realmente me doy cuenta quién es el verdadero problema en mi familia –la voz de Liliams estaba sobrecargada de odio.

-No lo estás diciendo en serio ¿O sí? –preguntó su madre mientras llevaba una de sus manos a la boca.

-Lo digo muy en serio, mamá. Todos estos años solo te has encargado de hablar mal de mi esposo y has tratado de que mi matrimonio y mi familia se destruyan por completo –esta vez Liliams gritaba- nunca le has dado la oportunidad de conocerlo y darte cuenta de lo maravilloso que es. Solo te encargaste de juzgarlo. Estoy cansada de ti.

-¡Liliams, cariño… cálmate! –le dijo Antony caminando hacia ellas- ¡Es tu madre, no debes tratarla así!

Cecilia lo miró impresionada.

-Liliams… yo… -intentó decir su madre.

-¡No mamá! –la interrumpió- ¡Solo cállate. Es mejor que te vayas!

-Liliams, no lo hagas –le dijo él.

-¡Mamá, vete!

-¡Liliams… hija! –susurró Cecilia.

Tierra SantaWhere stories live. Discover now