Capítulo 27

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"Me prometí no demostrar miedo solo para mantenerte en calma, Ignacio. No quiero volver a verte sumido en la desesperación como aquel día, no lo soportaría." Ignacio no encontró palabras ante lo que acababa de decir su hermano, así que solo se quedó inmóvil, sintiéndose como el ser más estúpido de todo el universo.
-¿No tienes nada que decir? –cuestionó Sebas, mientras lo observaba fijamente- no importa. Olvida todo lo que te acabo de decir. Es mejor que nos vayamos a dormir.
-¿Puedo dormir contigo esta noche? –preguntó Ignacio en medio de su vergüenza.
Sebas solo se detuvo a observarlo con más detalle.
-¡Sí!
Cuando se dispusieron a dormir, Ignacio analizó todo el dormitorio hasta posar su mirada sobre el ensombrecido bosque. Horas más tarde, el pequeño chico se despertó al escuchar un suave golpe sobre la madera de la puerta, el cual fue acompañado por un tétrico rechinar, llenando cada rincón con un augurio de muerte. Ignacio lentamente se reincorporó, sentándose sobre la cama para observar con nerviosismo la puerta.
-¡Sebas! –susurró. Su voz era temblorosa y casi inaudible- ¡Sebas!
-¿Qué sucede? –respondió en medio de su adormecimiento.
-¡La puerta se acaba de abrir! –en ese momento, hizo aparición la sombra de un niño, quien parecía devolverle la mirada.
-Solo ha sido el viento que la ha abierto –dijo, mientras se daba la vuelta para tratar de conciliar el sueño.
-¡Pero…!
-¡Solo duérmete! –se quejó- ¡Y deja de hacer ese sonido, quiero dormir!
-¡No soy yo! –el miedo comenzó a crecer en su interior cuando el desagradable crujido se hizo más fuerte- ¡Sebas, hay un niño de pie junto a la puerta!
-¿De qué estás hablando? –cuestionó Sebas al mirar hacia la puerta- ¡Ahí no hay nadie! –se levantó y caminó hacia el pasillo para demostrarle a su hermano que todo estaba bien.
-¡No, no vayas! –el pequeño se alarmó- ¡Te lo juro, él está ahí, detente! –el crujido era desagradable y tenebroso. Una cantidad considerable de brazos comenzaron a salir de debajo de la cama, acechando al asustado Ignacio.
-¡Lo ves. Aquí no hay nada! –dijo al detenerse bajo el marco.
-¡S-Sebas, está justo detrás de ti! –chilló- ¡Oh por Dios, aléjate de ahí!
-¿De qué hablas? –preguntó. Y antes de que pudiera realizar un movimiento, fue arrastrado al interior de la habitación hasta ser suspendido en el aire. Los brazos apresaron a Ignacio, hundiéndolo con todas sus fuerzas contra la cama. Los gritos de ambos chicos llevaron su desesperación en todas direcciones.
-¡Papá… Papá… Papá…! –gritó Ignacio, pero sus palabras fueron opacadas cuando una de las manos cubrió su boca.
Fuertes golpes resonaron en la puerta mientras los forcejeos de los chicos continuaban.
-¡Sebas… Ignacio! –la voz de Liliams provino desde el pasillo.
-¡¿Qué es lo que sucede chicos?! –preguntó Antony, mientras abría la puerta pero al entrar, todo se encontraba en perfecto orden.
--¡Mamá, había algo en mi habitación! –exclamó Sebas. Su voz temblorosa era seguida por un débil llanto.
-¡Explíquense mejor! –exigió Antony al acercarse a Ignacio.
-Había un niño y debajo de la cama salieron un montón de brazos que me apresaron!
La aterrada mirada de Liliams se posó sobre los ojos de su esposo en busca de una solución a todo lo que estaba sucediendo.
-¡Esto tiene que detenerse! –habló ella.
-¿Y qué haremos? –le cuestionó Antony en medio de su preocupación.
-Mañana iremos a hablar con Jesús y María. Ellos tienen que saber algo.
-Pero…
-Pero nada, Antony. No seguiré permitiendo que toda mi familia siga viviendo este tipo de cosas. Ya hemos aguantado demasiado.
Antony solo permaneció en silencio ya que no deseaba comenzar una discusión.

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