Capítulo 51

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Antony golpeaba repetidamente la puerta con todas sus fuerzas, intentando destruir la madera que bloqueaba su paso. El sudor caía por su frente, llegando hasta sus labios y dejando un sabor salado. Los gritos y llantos de su esposa resonaban sin cesar, mientras pasos desesperados se escuchaban por toda la casa.

-¡No, por favor! ¡Antony… Antony!
-¡Liliams… Liliams… Liliams!

De repente, algo lo golpeó con fuerza en el pecho, haciéndolo rodar escaleras abajo hasta quedar tendido boca abajo sobre la hierba. El dolor se propagó por todo su cuerpo, dejándolo inmovilizado. Intentó levantarse sin éxito y finalmente se desplomó nuevamente. Con cuidado, levantó la cabeza y percibió algo acercándose. Escuchaba el ruido de algo grande aproximándose. Al abrir los ojos ampliamente, se dio cuenta de que era algo desconocido. Era enorme, pesado; podía sentir su profunda y sonora respiración, desagradable en realidad. Estaba cerca, muy cerca, pero cambiaba de dirección en ocasiones. Las rosas oscilaban y las ramas crujían bajo sus pisadas. El aire era frío y nauseabundo, y notó que sus pies y manos temblaban.

-¡Oh, por Dios… Oh, por Dios!

Solo deseaba que aquello se alejara, que desapareciera. Miraba a su alrededor sin saber exactamente de dónde venía ese ser. De repente, escuchó el rechinar de un escalón al ser destrozado justo a su lado.

Entonces vio algo. Las luces de la casa se apagaron brevemente y la noche se tornó más oscura. Era una imagen difusa y distorsionada; no era una sombra, sino algo más tangible. Elevó la cabeza y se encontró con algo horrible.

Un rostro inexplicable, indescriptible para él; algo nunca antes visto por un ser humano.

El miedo lo invadió por completo y sin pensarlo soltó el grito más desgarrador que pudo emitir.

La figura desapareció segundos después, dejando enormes pisadas en la hierba. Se puso de pie y subió las escaleras con cautela. Al abrir la puerta trasera para ingresar a la cocina, sintió una extraña sensación de sofoco. No era solo miedo o culpa; era algo diferente y más punzante, especialmente al ver las huellas en el suelo de la cocina.

Antony siempre había temido encontrar a su familia esparcida por las habitaciones de su casa: rostros pálidos y ensangrentados fijos en él con miradas turbias llenas de odio.

Él sabía que ese día llegaría pronto.

-He sido un idiota –susurró para sí mismo.

Antony sabía que en esos terrenos había una fuerza mayor que los había atrapado desde el principio para vivir allí; desde la muerte de Ignacio había sentido una fuerza renovada. Ahora estaba jugando con sus vidas en un juego con una única salida que solo él conocía.

Las criaturas desagradables estaban en su casa; debía tener cuidado pero también encontrar a su esposa e hijo.

Tierra SantaWhere stories live. Discover now