Capítulo 15

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-Recuerda que Jesús y yo nacimos en una época totalmente distinta a la tuya. Una época donde las creencias de las personas eran consideradas ciertas, aunque para mí no - aclaró - donde hablar de lo paranormal y la muerte era algo muy común entre las familias. Todo el tiempo, un miembro de la familia o varios a la vez percibían la presencia de un ente o fallecían a causa de enfermedades para las cuales en ese entonces no existían vacunas. Por ejemplo, perdí a tres de mis hermanos en tan solo una semana. Sus muertes fueron un golpe duro para mi madre. Cualquiera que contrajera una enfermedad sabía lo que le esperaba y de inmediato las personas más cercanas se contagiaban. La primera cosa que debían hacer era buscar ataúdes, ya que se sabía que la muerte estaba cerca. Durante esos sucesos, las personas sentían la presencia de espíritus dentro de sus casas o en las calles, y para ellas era algo normal tener que sobrellevar todo eso. No es como hoy en día, donde las nuevas generaciones solo deben encender la televisión y buscar entre los canales hasta encontrar una película de terror que ni siquiera se asemeja a la realidad.

- En eso tienes toda la razón - asintió Liliams, para luego beber el último sorbo de café.

Liliams quedó en silencio mientras pensaba en todo lo que la señora María le había contado.

- Las almas eran como tus amigas y tus enemigas; las encontrabas en todas partes. Te acompañaban a donde ibas, entraban a tu casa para hacerte la vida imposible, te observaban cuidadosamente cuando dormías y te hacían saber que estaban allí de alguna u otra manera; incluso llegabas a verlas cuando estabas al borde de la muerte - dijo la señora María con total tranquilidad.

Liliams no dijo nada, solo se limitó a guardar silencio una vez más.

- Debo irme. Ya se está haciendo tarde - anunció Liliams al ponerse de pie.

- No te preocupes por tu familia, estarán bien - dijo la anciana imitando aquel movimiento - trata de salir con ellos, vayan de paseo, disfruten de un buen almuerzo o cena en las afueras del pueblo; a veces es necesario para mantener la mente ocupada y salir de la rutina. Eso les ayudará a relajarse.

- Lo tendré en cuenta - dijo Liliams, mientras depositaba un dulce beso sobre la frente de su amiga. Se dio media vuelta, subió a su auto y se alejó de aquellos terrenos.

Al día siguiente, Antony se levantó muy temprano para dirigirse a su lugar de trabajo. Al llegar tuvo que conducir con sumo cuidado ya que se topó con el tráfico matutino. Los estudiantes bajaban de los autos y autobuses, y por ambos lados de la calle, los jóvenes que vivían en las cercanías caminaban cuidadosamente en dirección a las puertas principales. Desde el interior de su auto pudo observar a dos profesoras que se encontraban junto a la entrada recibiendo a los más pequeños para llevarlos al interior de la institución. Revisó su reloj y al mirar al frente, una chica que cruzaba la calle elevó una de sus manos en señal de saludo. Antony respondió con una suave sonrisa.

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