Capítulo 42

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A la mañana siguiente, Antony se despertó muy temprano, ya que los rayos de sol iluminaban su rostro. Entreabrió los ojos para visualizar todo lo que se encontraba alrededor, y al cubrir su rostro con la mano se dio cuenta de que parte de sus mejillas estaban húmedas, lo cual le indicó que había estado llorando en sueños. Se levantó y caminó lentamente en dirección al baño para tomar una ducha. Se acercó al lavabo, abrió la llave y sumergió sus manos en el agua fría, con la cual lavó su rostro para eliminar toda huella de su inconsciente llanto. Secó su rostro y se recostó en el marco de la puerta para observar a su esposa, quien abría sus ojos en ese momento.

-¡Hola! –saludó ella en un débil susurro.

-¡Hola! ¿Cómo dormiste?

-Bien –respondió Liliams, mientras se sentaba sobre el colchón- necesitaba descansar.

-Lo sé. Todos lo necesitábamos.

Liliams sonrió con dificultad.

-Tenía días sin ver esa hermosa sonrisa –le dijo Antony, mientras se acercaba a la cama.

-¡No seas tonto!

-¡Es en serio! –murmuró él al sentarse junto a ella. Guardó silencio y luego volvió a hablar- ¡¿Sabes que estaremos bien, cierto?!

Liliams asintió.

-Amor… hoy más que nunca debemos ser fuertes. No solo por nosotros mismos sino también por Sebastián. Ahora más que nunca necesita de nuestro apoyo y debemos demostrarle que podemos seguir siendo una familia unida porque eso es lo que siempre deseó Ignacio. Además, no quiero que nos vea solo como sus padres sino como sus amigos, que mantenga esa confianza que tanto nos hemos ganado hasta este momento –Antony la abrazó al ver que unas cuantas lágrimas salían de sus ojos- debemos recordarle que nosotros seguimos aquí para él.

-Tienes toda la razón pero no me puedes quitar el derecho de llorar y extrañar a mi pequeño.

-No te estoy prohibiendo eso, Liliams. Solo quiero que lo superemos en familia, sin encerrarnos en nosotros mismos. Recordemos a Ignacio por lo que era. Recordemos las cosas que tanto nos hacían felices y verás que juntos podremos salir adelante.

-Tienes razón ¡Gracias! –después de eso depositó un profundo beso en los labios de su esposo.

Ignacio fue enterrado a las cuatro de la tarde, mientras una suave brisa caía sobre las personas que se encontraban en el cementerio. Antony se acercó a su esposa e hijo para dar el último adiós a Ignacio. Sentía su corazón latir fuertemente en la garganta, y su respiración entrecortada le ayudaba a evitar llorar una vez más. Miró en todas direcciones y allí estaba ella; Cecilia se encontraba entre las personas que los acompañaban. Sus ojos enrojecidos estaban ocultos bajo un velo negro y con frecuencia secaba sus lágrimas con un pequeño pañuelo blanco.

-Dale señor el descanso eterno –se escuchó desde el otro lado de la tumba.

El sacerdote había iniciado una corta ceremonia mientras el pequeño ataúd de Ignacio era depositado en las profundidades de la fosa para luego cubrir los bordes con un poco de cemento y poner la tapa que dejaría al chico sumergido en una profunda oscuridad. Antony miró a la distancia donde una hermosa tumba con ángeles blancos se elevaba. Los observó detenidamente y una sombra pasó detrás de ellos a toda velocidad. La siguió rápidamente hasta encontrarse con varios rostros que lo observaban con ojos desorientados. Sus cuerpos inertes permanecían bajo la luz de aquel nublado día.

-Creo en Dios padre todo poderoso… -comenzó a decir el sacerdote. De inmediato, Antony vio cómo el pequeño grupo de extrañas personas se desvaneció sin dejar rastro alguno.

-¡Malditos engendros! –pensó él- ¡Pero ya es hora de que te vayas olvidando de ellos, Antony!

Cuando la ceremonia finalizó, Antony se dirigió a su familia.

-¡Es mejor que nos marchemos! –les dijo, mientras miraba por última vez la foto de Ignacio sobre la lápida.

-¡Está bien! –respondió Liliams sosteniendo la mano de Sebastián.
Caminaron lentamente entre las tumbas hasta salir del cementerio. Llegaron a su vehículo y antes de subir a él, los detuvo Jesús.

-¿Están bien?

-Sí –respondió Liliams.

El anciano se acercó a ella y le dedicó un fuerte abrazo.

-¿Y tú, campeón?

-Estoy bien –respondió el chico con una horrenda sonrisa, la cual se suponía que debía expresar lo bien que se sentía.
-Qué anillo tan bonito llevas puesto, Sebas –señaló el anciano.

-Era… el favorito de Ignacio –respondió el chico con nerviosismo.

Jesús le dio una rápida mirada a Antony.
Liliams solo dejó escapar unos cuantos suspiros de nostalgia.

-Supongo que fue un regalo de tus padres ¿No?

Antony fue a decir algo pero aguardó en la espera de la respuesta.
-Bueno… en realidad… -pero las palabras de Sebastián se perdieron en su interior.
Antony lo miró con interés ya que ni él ni Liliams le habían regalado una prenda como esa.

-Bueno, creo que será un lindo recuerdo. Así que atesóralo mucho –le dijo el anciano, mientras observaba fijamente el anillo.

-Sí –susurró el chico con dificultad.
Antony intercambió una extraña mirada con su esposa, lo cual le indicó que ella se estaba haciendo la misma pregunta:
-¿Dónde obtuvieron ese anillo?

Por la noche, el viento fue más fuerte que otras veces, llevando consigo una serie de nubes que oscurecieron la luna y desataron sobre el pueblo una poderosa tempestad que azotaba las ventanas y techos de las casas. Los relámpagos iluminaban todo el interior de la casa, creando imágenes inesperadas que asustaban a toda la familia.

"No te preocupes, cariño", le dijo Antony mientras se sentaba junto a ella.

Liliams miró por la ventana, su rostro iluminado por los destellos de luz. Cerró sus ojos y comenzó a llorar suavemente, sin cesar. Antony solo permaneció junto a ella, sumido en un silencio total.

Tierra SantaWhere stories live. Discover now