Capítulo 44

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"¿Qué pensaría su esposa de todo eso? ¿Qué diría su hijo al respecto? Y ¿Cuál sería lo mejor para todos?

Pero para él, las posibilidades de que la historia se repitiera y toda su familia, incluyéndose a sí mismo, murieran en manos de un ente del cual hasta el momento no sabían si permanecía allí, eran pocas. Y no valía la pena asustar aún más a sus seres amados.

Él estaba cien por ciento seguro del amor que tenía por su esposa e hijo, y los protegería de todo aquel que quisiera dañarlos. Estaba dispuesto a dar su vida por la de ellos, por verlos sanos y salvos. ¿Acaso eso estaba mal? Pues no lo creía así.

- ¿Y si yo muero primero? ¿Cómo los voy a proteger después?

Desechó esas preguntas con mucho esfuerzo. Pero de algo estaba seguro, no le importaba lo que el resto de las personas hablaran de su familia.

Miró en dirección a la ventana donde las oscuras sombras de aquel bosque se dibujaban y se llenó de horror. Su brazo, automáticamente, sin que él se diera cuenta, ocultó sus ojos para evitar ver aquella tétrica imagen.

Eliminó todos y cada uno de sus pensamientos para no seguir atormentándose con estupideces. Giró su cuerpo en dirección a la pared, cerró sus ojos y en pocos minutos se durmió."

Horas después, Liliams entró en la habitación y se acercó a la cama para sentarse cuidadosamente.
-¡Antony, cariño! –lo llamó.

Antony emitió un extraño sonido mientras se movía un poco sobre el colchón.

-¡Antony!

-¡¿Sí?! –respondió él en un murmullo, mientras se daba la vuelta para mirarla.
-Ya todos se fueron –le informó. María y Jesús me ayudaron a ordenar todo y luego se marcharon a su casa.

-Lo siento, solo quería descansar un poco pero…

-¡No te preocupes! –se acercó y le dio un beso en los labios.

-¿Y Sebastián? –preguntó mientras se incorporaba.
-Ya está durmiendo. El pobre estaba muy cansado.
Antony sonrió.

-Ha sido un chico muy fuerte ¿verdad? –comentó él.

-Sí, bastante. Y eso me alegra porque está manejando las cosas muy bien. Es lo mejor que puede hacer, no solo para nosotros sino también para él mismo.
Hubo un momento de silencio.

-¿Liliams? –dijo Antony después de un rato.
-¿Sí?
-He estado pensando –miró sus manos mientras las entrelazaba como un niño–. Sería mejor que ustedes regresaran a Mérida con tu madre.

-¿Quieres que nosotros qué? –preguntó Liliams, mirándolo atónita.

-Que te vayas con Sebastián a vivir con tu madre –repitió él.

-¿Antony te has vuelto loco? –Liliams se levantó de la cama– ¿Cómo puedes decir algo así? Y más aún después de cómo la traté en la funeraria.

Antony permaneció inmóvil con la mirada fija en sus manos, que movía nerviosamente. Había planeado decírselo pero no había considerado la reacción de su esposa. Ahora se sentía como un niño regañado después de cometer un grave error, y lo más cruel era que Liliams descubriría su engaño, aunque él consideraba que era justificable.

-Lo que pasó fue algo insignificante. Tu madre no te odia por lo que dijiste;
simplemente expresaste tus sentimientos y ella reconoció su error. Además, irte con tu madre sería lo mejor para todos, ya que podrías buscar la reconciliación y aclarar las cosas.

-Puedo entender tu punto, pero no creo que sea una buena idea. No te dejaremos sola y no creo que Sebas esté de acuerdo en ir a casa de su abuela –Liliams lo miró con escepticismo– además no estoy en condiciones.

-Ninguno de nosotros está en condiciones, Liliams. Pero no quiero que estén aquí en este momento, no es saludable para ustedes.

-¿Por qué? –preguntó ella.

-Porque hay demasiados recuerdos en esta casa. Dondequiera que mires, siempre encontrarás la imagen de Ignacio y es demasiado doloroso, especialmente para Sebas.

Antony la observó mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Se sentía culpable por haber utilizado la muerte de su hijo para este propósito, pero creía que era la mejor solución; debía protegerlos hasta asegurarse de que no había nada mal en esa casa. Y la forma de lograrlo era convencerla así, seguiría haciéndolo hasta conseguirlo.

-Eso lo sé perfectamente. Dondequiera que mire veo su imagen y mientras estaba en la cocina preparando las cosas para nuestros invitados… -su voz comenzó a romperse– encontré el cereal favorito de Ignacio y el recuerdo vino a mi mente. Lo vi pidiéndome un plato para servirse un poco. Era tan vívido, como si realmente estuviera allí conmigo.

-¿Ves a lo que me refiero? –Liliams empezó a llorar débilmente– ahora imagina cómo debe estar Sebas.
Se sentía culpable. En realidad, se sentía terrible por jugar tan sucio.
-¿Cuánto tiempo durará este sentimiento? –preguntó ella mientras secaba sus lágrimas– Desde su muerte no he podido descansar correctamente porque me siento culpable. La culpa me consume por completo… intento apartar esos pensamientos pero no puedo; ni siquiera cuando duermo. Cada noche sueño con la misma escena una y otra vez.

Tierra SantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora