Capítulo 19

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- "¡Llegaré primero!" gritó Ignacio corriendo por el pasillo.

- "¡No es justo, has hecho trampa!" se quejó Sebas. "¡Eres un tramposo!"
- "¡Claro que no," le respondió Ignacio entre risas.

- "¡Chicos, cuidado en las escaleras!" los regañó Liliams.

- "¡Sí, mamá!" dijeron al unísono. "¡Papá, es hora de despertar!"

- "¡Ya estoy despierto!" les gritó Antony desde la cama.

Antony se levantó y caminó hacia el baño. Estaba a punto de decir algo a su esposa, pero se contuvo al ver algo moverse lentamente en el pasillo. Se acercó y abrió la puerta con temor. Miró hacia el corredor y vio cientos de huellas ensangrentadas sobre el suelo. Su corazón dio un fuerte latido, sus ojos se abrieron desmesuradamente, y su respiración se aceleró como si fuera una potente aspiradora. Al darse la vuelta, descubrió que las huellas también rodeaban su cama.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Quería gritar con todas sus fuerzas, pero el miedo se lo impedía. De repente, el suelo empezó a temblar, haciéndolo tambalear hasta caer y golpear su cabeza contra el marco de la puerta. Permaneció tirado durante cinco minutos. Un leve ardor recorrió su cabeza, seguido por una cálida sensación que tiñó su cabello de rojo. Cerró los ojos para tranquilizarse, pero en la oscuridad volvió a escuchar aquel horrible graznido. Negó rápidamente para desalojar esos pensamientos no deseados y casi corriendo entró al baño, abrió la ducha y se metió en ella para relajar sus músculos con el roce del agua y así quitar todo rastro de sangre.

- "¡Cariño, será mejor que bajes a desayunar!" le gritó Liliams desde la cocina.

- "¡Enseguida voy!" respondió él mientras secaba su cuerpo. Sintió miedo al pensar que debía salir del baño y encontrar nuevamente todas aquellas huellas sobre el suelo; entonces nuevos pensamientos aparecieron: ¿Cómo era posible que el resto de su familia no las haya visto? ¿Acaso era el único que podía verlas? Abrió la puerta con temor, y para su sorpresa, todas las huellas habían desaparecido. No entendía cómo, pero ahora la habitación y el pasillo se encontraban en completa normalidad, tal como siempre lo habían estado.

Una vez vestido, bajó al comedor. Sus hijos desayunaban en silencio mientras Liliams servía un par de platos.
- "Hoy estaré con la señora María. Iremos al pueblo a comprar unos rollos de lana," anunció ella al sentarse junto a él.
- "¿Lana?" preguntó Antony tratando de parecer normal.

- "Sí. Me enseñará a tejer," dijo con emoción.

- "Eso es grandioso, cariño," observó a toda su familia y guardó silencio para evitar decir algo comprometedor.

Minutos después estaba conduciendo al pueblo. Miró su reloj pero un fuerte olor lo envolvió, produciéndole un suave mareo que lo obligó a estacionarse rápidamente. Salió del auto con rapidez y se acercó a un arbusto para vomitar; algo que le devolvió el aliento y los ánimos para continuar con su día.

Al llegar al colegio, pasó directo al baño para cepillar sus dientes y arreglarse un poco antes de dirigirse al salón de profesores.

- ¡Buenos días, Antony! - saludó la profesora Anadelia.

- ¡Buenos días!

- Nos hemos enterado de lo sucedido ayer - comentó el profesor Rigoberto.
- Fue todo un caos - rió Antony al recordarlo.

- Es increíble lo que está sucediendo con la juventud hoy en día. Recuerdo que anteriormente los estudiantes tenían una actitud diferente; eran más tranquilos y mostraban respeto ante los profesores. Ahora todo es diferente; parece que les falta poco para pegarnos cada vez que reciben un regaño - habló la profesora Anadelia negando con la cabeza.

Tierra SantaWhere stories live. Discover now