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CAPÍTULO 31


ESCENA 58

EL SOL BRILLABA SOBRE CECILIA Y CARLITOS. La chica vestía una camisa de Roberto celeste con rayas blancas, dejando dos botones abiertos para poder broncearse. Ambos estaban recostados sobre dos asientos del avión que todavía se mantenían sin roturas, a una distancia de los chicos que se encontraban sacando la nieve del fuselaje con chapas.

A pesar de que los chicos se habían negado a que Cecilia ayudará con aquel esfuerzo físico, ella había insistido en hacer algo que aportará al grupo. Había ayudado a retirar la nieve sobre las valijas que había encontrado, y aquello le pareció suficiente a Daniel, quien le sugirió que continuara tejiendo mantas y ropa, al igual que Roberto, quien agregó que escuchara la radio por alguna noticia acerca del rescate.

No podían gastar toda la batería de la radio, por lo que Cecilia se encargó de limitar su tiempo con el artefacto. Luego de unos diez minutos, aprovechando el sol que había en la montaña, se unió a Carlitos para tomar sol. Debían aprovechar el clima caluroso de la mañana, y al no tener ningún entretenimiento, Cecilia comenzó a coser unas rutas en las muñecas de su suéter rojo, enseñándole a Carlitos cómo tejer.

— Después cerras el nudo así. -explicó, sosteniendo la manga de su suéter para que el chico lo viera.

Carlitos se acercó para ver las puntadas con el hilo rojo que Cecilia había hecho. Sus propios intentos iban mejorando a medida que practicaba aún más, y Cecilia creía que pronto podría tejer algo sin sus instrucciones.

La chica volvió a reposarse sobre su asiento, cerrando los ojos para dejar que su rostro se bronceado. El humo del cigarrillo que Carlitos estaba fumando llegó a ella, pero luego de unos segundos se detuvo, provocando que la chica abriera sus ojos. Se encontró con la mirada intensa del chico sobre ella, con sus ojos fijos sobre lo que podía observarse del torso y el abdomen de la chica por los botones que se había desabrochado.

Cecilia frunció sus cejas, agarrando el cigarrillo que colgaba de los labios del chico. — ¿Qué haces, Carlitos? -preguntó indignada.- No me mires así.

Carlitos bufo, tratando de recuperar su cigarrillo de las manos de la chica. — Dale, Ceci. Sos la única mina que veo hace semanas. -se defendio a sí mismo.

La chica negó con su cabeza en desaprobación, dando un leve golpe al hombro de Carlitos. — Sos un desubicado. -respondió con firmeza.- Prácticamente soy una mujer casada.

Carlitos simplemente volvió a acomodarse en su lugar, tapando sus ojos del sol con su antebrazo. — Es un chiste. -murmuró, tomando otra calada de su cigarrillo.- Hacen buena pareja con Roberto. -admitio con honestidad.

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de la chica por sus palabras. El compromiso entre Roberto y Cecilia no había resultado una sorpresa para ninguno de los chicos. Era obvio lo mucho que se amaban, y podían ver que no se trataba de un enamoramiento juvenil, sino que realmente se querían y respetaban los deseos y sueños del otro, buscando todas las maneras para apoyarse entre sí.

Una sombra agrandandose en la nieve alertó a Cecilia de la figura que se acercaba a ambos. Con una mano sobre sus ojos para taparlos del sol, observó con una sonrisa a Roberto frente a ella.

Su prometido le extendió una mano, ayudándola a levantarse de su lugar. — Ceci, mi amor, veni. -indicó, rodeando sus hombros con su brazo mientras le daba una mirada de advertencia a Carlitos.- Va a refrescar en un rato.

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