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CAPÍTULO 35

ESCENA 67

LAS MANOS DE CECILIA HÁBILMENTE COSIERON LOS BOTINES DE TINTIN. Le parecía realmente valiente la expedición en la que se había embarcado, y a pesar de su enojo a Roberto, no podía negar que realmente estaba aliviada de tenerlo de vuelta con ella.

Sin embargo, seguía furiosa por cómo la había abandonado repentinamente luego de prometerle que se quedaría con ella. Lo que más le dolía era cómo ella le había confesado su miedo de perderlo luego de perder al bebe de ambos. No podía creer cómo Roberto la había dejado luego de escuchar aquello, la cual era la razón por la cual Cecilia se mantuvo alejada y distante de él.

Un siseo escapó de sus labios cuando su aguja se clavó levemente en su dedo índice. Estaba consumida por su enojo, lo cual no le permitía pensar claramente. Con sus cejas fruncidas, a pesar de no sentir dolor por lo frías que estaban sus manos, llevó su dedo a su boca, tratando de detener la sangre.

Retiró su mano con rapidez al escuchar pisadas en la nieve acercarse a ella. Supuso que se trataba de Tintín, queriendo sus botines de vuelta, pero al encontrarse con Roberto acercándose a ella, Cecilia volteó su mirada con rapidez. No se molestó en ocultar su mueca, concentrándose en acomodar su gorro de lana para que tapara más de sus orejas.

— Ceci. -llamó Roberto tentativamente, con un bolso colgado de su hombro.- Toma, te regalo mi chocolate.

Cecilia no pudo evitar observar con curiosidad el pequeño chocolate que le estaba ofreciendo. Habían repartido los que los chicos habían encontrado, y Cecilia había terminado con su chocolate en prácticamente segundos. De todos modos, se obligó a sí misma a despegar sus ojos del envoltorio brillante.

Distraídamente arregló las coletas de pelo que tenía en sus dos trenzas. — No lo quiero. -murmuró, reprimiendo un suspiro al observar lo débil que su cabello se veía.

La falta de comida y su anemia había comenzado a evidenciarse en su cabello. Hace semanas que no menstruaba, a pesar de que la fecha ya había pasado. Aquello solo evidenciaba el débil estado en el que se encontraba, al igual que la sangre seca en sus labios donde había pequeñas heridas.

Mientras que el cabello de los chicos y sus barbas habían crecido sin control alguno, el cabello de Cecilia se había debilitado con el paso del tiempo. Estaba demasiado fino y quebradizo, y las dos trenzas que se había hecho aquella mañana habían terminado con las manos de Cecilia llenas de pelos sueltos.

Se sentía horrible. Siempre se había considerado una chica coqueta, yéndose a dormir todas las noches con sus ruleros para poder definir las ondas de su cabello y perfeccionando su maquillaje sutil todas las mañanas. Sus atuendos también combinaban con sus accesorios y con los colores de la ropa de Roberto.

De todos modos, para los ojos de Roberto, la chica seguía viéndose perfecta en sus ojos.

Roberto colocó su mano en su espalda, dejando un par de caricias para reconfortarla. — ¿Queres que te devuelva tu rosario? -preguntó, levantando su mano libre para dirigirla hacia el collar que colgaba de su cuello.

A pesar de lo mucho que el tacto de su prometido lograba calmarla, Cecilia se movió de su lugar para salir de su agarre. — No. -respondió tajante.- Dani me dio el suyo.

El chico se agachó a su lado, con sus cejas fruncidas en frustración por la poca respuesta de Cecilia. No se arrepentía de la forma en la que había hecho las cosas, creyendo que aquella era la única forma de poder ir a la expedición sin preocupar a la chica. De todos modos, le partía el corazón que Cecilia lo ignorara.

SAFE AND SOUND | MATÍAS RECALTWhere stories live. Discover now