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CAPÍTULO 42



ESCENA 74

DESDE QUE ROBERTO SE HABÍA IDO, CECILIA NO PARABA DE REZAR. Sus rezos iban dirigidos hacia su seguridad, y la de Nando y Tintín, desesperadamente deseando que todo saliera bien en la expedición. Al ver al último chico volver al fuselaje sin aliento, Cecilia se obligó a sí misma a concentrarse en el chico para evitar pensar acerca del peor escenario que Nando y Roberto podrían estar atravesando.

— Acordamos que me vuelva para que les dure más la comida. -habló Tintín, tomando un sorbo de su agua.- Desde arriba se ven unos picos más bajos. Tienen un color cómo más amarronado. Parece que ahí ya no hubiera nieve.

Cecilia respiró hondo, sintiendo el color retornar a su rostro por las palabras del chico. No quería ni imaginarse acerca de lo que Roberto estaba soportando para salvarlos a todos, y se recordó que faltaban días para volver a verlo.

— Los muchachos están bien, están perfectos. -agregó Tintín.- Tienen comida cómo para diez días. Nada los va a parar.

Una leve sonrisa apareció en el rostro de Cecilia hasta que notó la mirada que Daniel compartía con Fito. Era obvio cómo se comunicaban silenciosamente la gravedad del asunto y cómo necesitaban tomar responsabilidad para sobrevivir, lo cual preocupó a Cecilia.

La chica acomodó las mangas de su suéter rosa, reposando su espalda contra la pared del fuselaje. — Todavía quedan diez días. -murmuró, sintiendo los rayos del sol caer contra su rostro.

Daniel, sentado a su lado, tomó una larga calada de su cigarrillo antes de responder. — ¿Te parece que la comida les va a aguantar?

La respuesta era obvia para ambos hermanos. Por el campo de su familia y como tenían inculcados conocimientos acerca de la ganadería desde su niñez y por las carreras de ingeniería agrónoma que ambos habían estudiado, o en el caso de Cecilia, seguían estudiando, sabía que no faltaba demasiado tiempo cómo para que la comida que se habían llevado se pudriera.

— Tienen tiempo antes de que se les pudra. -razonó, utilizando sus conocimientos en vez de su esperanza.- Tenemos que esperar.

Su hermano asintió, pensando cuidadosamente acerca de sus palabras antes de seguir. — Si no vuelven, voy a ir con Fito. -declaró con firmeza.- Vos te quedas acá con Eduardo.

A pesar de lo mucho que sus palabras angustiaron a Cecilia, no tenía fuerzas cómo para llorar. Además, en cuanto había visto aquella mirada entre ambos, ya se había imaginado lo que estaban pensando, por lo que había tenido suficiente tiempo cómo para poder prepararse a sí misma para la difícil conversación que tendría con Daniel.

Le levantó sus cejas en pregunta, mostrando su propia determinación a Daniel. — ¿En serio pensas que si pierdo a Robero voy a dejar que te vayas? -le preguntó con seriedad.

Daniel apagó su cigarrillo contra la nieve a sus pies antes de dirigir toda su atención a la chica. — Uno de los dos tiene que volver con vida para ver a mamá y papá. -explicó en voz baja, mostrando sus propias preocupaciones por la vida que habían abandonado desde el accidente de avión.

— Yo ya casi me muero. -replicó Cecilia con honestidad, mostrándole las pocas posibilidades que tenía de sobrevivir si Roberto y Nando no encontraban ayuda.

Daniel presionó sus labios en una línea antes de asentir. — Lo sé. -respondió, colocando su brazo alrededor de los hombros de la chica.- Por eso tenemos que irnos.

Era la realidad que estaban afrontando. Cecilia mordió su labio inferior, ignorando lo reseco que se sentía entre dientes al pensar en como necesitaba desesperadamente que Roberto y Nando sobrevivieran y volvieran a ella.














SAFE AND SOUND | MATÍAS RECALTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora