3-Ella.

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Aaron's POV:

Era viernes en la noche, este día de la semana era muy ajetreado en el club. Venía gente de todo tipo. Estudiantes universitarios, altos ejecutivos, uno que otro niñato de secundaria, y podría seguir con la lista. El trabajo en el club era bueno. Buena paga, uno que otro trago gratis y sobre todo, básicamente estar de fiesta cinco de siete días de la semana.

El grupo de bartenders consistía de otros cuatro chicos y yo. El que más tiempo llevaba haciendo esto era Michael, llevaba haciéndolo aproximadamente diez años, era todo un experto, jamás lo vi derramar ni una sola gota. Por el contrario, yo solo llevaba un año en esta industria y no era un experto en la materia. Luego estaba André, un chico latino experto en tragos exóticos, le seguía Nick, un modelo en ascenso, y por último estaba Luke, mi mejor amigo. Ambos llevábamos el mismo tiempo haciendo esto. Adicionalmente, en nuestro equipo, teníamos a Jazmín. La gerente del club. Ella es una mujer madura pero está muy bien conservada, si me lo preguntan. Su carácter es un tanto duro, de acero, diría yo. Pero, Sin ella, probablemente los chicos y yo, simplemente seríamos un grupo de ebrios intentando atender a otros ebrios.

Me encontraba sirviendo Vodka en una copa, disfrutando de la música, sintiendo cómo la noche simplemente evolucionaba. En la multitud del club, habían varios rostros conocidos, mayormente gente de la universidad, algunos amigos y amigas, algunas ex amantes, y gente a la que yo no le agradaba tanto. Verán, al parecer, ser un hombre con una vida sexual altamente activa puede llevarte a conseguir uno que otro enemigo. Pero, así es la vida y no puedo quejarme de ello.

—Tres Gintonic, por favor —dijo una chica acercándose a la barra. Su rostro me era un tanto familiar.

—Como ordenes —dije en un tono servicial y un tanto coqueto. La chica sonrió de lado.

—Y por favor, que uno de los tres tenga un tanto más de alcohol —dijo ella en un tono burlesco.

Sonreí ampliamente.

—Ah, ya veo —dije asintiendo mientras sacaba tres vasos para preparar los tres tragos —te gusta la adrenalina —dije un tanto juguetón.

La chica rió y negó con su cabeza.

—Sí, me gusta, pero ese trago con licor extra no es para mí, es para la castaña que está allá —dijo ella señalando a una chica que se encontraba en la pista de baile.

Mis ojos se desviaron de la multitud a una chica que claramente se veía incómoda en el lugar.  Ella tenía su cabeza agachada y jugueteaba nerviosamente con su cabello. Era una chica muy atractiva, pero claramente no encajaba en ese lugar, a diferencia de su amiga que claramente lo hacía. Tal vez esa chica era de la universidad, o tal vez no. Me pregunté ¿Quién demonios era esa hermosura? Desde la hora cero, esta chica me intrigó.

La miré fijamente tratando de encontrarme con sus ojos, pero me fue casi imposible, ya que su cabeza no se despegaba del suelo y cuando parecía que sus ojos y los míos iban a conectar, su amiga carraspeó su garganta para llamar nuevamente mi atención.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó la chica de la barra al notar que no le quitaba la mirada de encima a su amiga.

—Sí y mucho —dije sin filtros.

—Pierdes tu tiempo amigo, Jamie es la persona mas obstinada del planeta tierra y dudo mucho que tu llames su atención.

Bufé con autosuficiencia.

—Veremos —dije terminando de preparar los tragos. —Ten —dije entregándole los mismos a la chica.

—Te lo agradezco —dijo la chica poniendo el dinero encima de la barra.

Lo tomé, lo conté pero luego lo devolví. La chcia me miró extrañada.

—Ah y dile a tu amiga, que la casa invita su trago —dije sonriendo ampliamente.

(...)

Una hora. Una hora había pasado desde que le invité esos tragos a la tal Jamie y nada había sucedido aún. Por lo general esta técnica era efectiva en como mucho, diez minutos, pero demonios, una hora. La chica se hacía de rogar. Desde mi posición en la barra podía ver como poco a poco se desnvolvía con mayor soltura en la pista de baile. Cruzamos miradas un par de veces, pero ella siempre retiraba la mirada. Si no fuera porque necesitaba este empleo, me quitaba mi delantal, saltaba la barra y la tomaba por las caderas ahora mismo.

—Una cerveza por favor —dijo un chico sacandome de mis pensamientos.

Asentí y le pasé la bebida.

(...)

La noche finalizó y la chica difícil nunca apareció. Ni siquiera se acercó para agradecer los tragos gratis. Ni siquiera me di cuenta en que momento se marchó del club. Un leve sin sabor me acariciaba la boca. Hacía mucho tiempo una chica no me rechazaba. Un sentimiento de derrota se apoderó de mí. Esta chica despertó cierta curiosidad por mi parte, ¿Quién era ella? ¿Por qué razón me habia rechazado? Estas y otras preguntas iban a responderse. A lo largo de mi vida había aprendido dos cosas. La primera era que no se deben dejar asuntos inconclusos, ya saben, no sabemos cuánto tiempo tenemos por aquí. Y la segunda cosa era que, nada era un obstáculo o un reto para mí. Y esta chica no sería la excepción.

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Sigan el instagram de la historia para contenido exclusivo: @dileadiosalainocencia. Les seguiré de vuelta.

Dile adiós a la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora