69-El Final II.

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Aaron's POV:

Se preguntarán, ¡¿Cómo demonios no había visto que un coche venía en mi dirección?!
La respuesta era simple. 1,60, cabello castaño y una sonrisa que me enloquecía. Al momento que la vi en frente de mi oficina, sentí que había perdido la razón. Al principio pensé que era una ensoñación o un espejismo lo que veía. Qué tal vez, estaba confundiendo a Jamie con alguien más. Pero no, realmente era ella ahí, a tan solo dos metro de mí. Entonces, el corazón se me quería salir por la boca. Todo lo demás a mi alrededor había perdido peso, solo éramos ella y yo. Y con pasos agigantados y con unas ganas inmensas de saber por qué la castaña se encontraba en mi oficina, comencé a cruzar la calle como si estuviera dentro de una película y el tráfico no existiese. Grave error. Terminé con una leve contusión y una pierna rota. Nada demasiado grave, pero si tedioso. Tendría que andar con un yeso y muletas por un mes. Ugh.

Pero, mientras los doctores me revisaban de pies a cabeza, mi mente solo podía pensar en ella y por que estaba ahí. Justo ahora. En ese momento. Según yo, ella me repudiaba por todo lo sucedido y ambos habíamos acordado no volver a vernos, pero ahí estaba ella.

Los primeros días luego de aquel día en el bar, me sentí como la mierda. Ese último beso que compartimos me perseguía y torturaba, recordándome lo que nunca pudo ser. Pero verla ahí, tan cerca de mi, hizo que mis esperanzas con Jamie volvieran a nacer. Así que, tan pronto como los médicos dijeron que me encontraba relativamente bien, lo único que quise hacer fue verla a ella y aclarar de una vez por todas el motivo de su presencia.

Al verla de pie, en mi habitación, sentí como un calor abrazaba mi corazón. Una sensación cálida y agradable me reconfortó. La miré detalladamente, sin querer perderme nada de ella. 

—Y... ¿Cómo te encuentras? —preguntó ella con la clara intención de romper el hielo.

Realmente, me sentía como la mierda. Mi cabeza dolía, los raspones que tenía ardían y mi pierna se sentía jodidamente incómoda en ese estúpido yeso. Pero el solo hecho de saber que Jamie estaba aquí, conmigo, podía hacer que la peor de las situaciones se sintiera como un día en la playa.

—Debo decir que soy un chico afortunado —dije sin un ápice de modestia en el tono de mi voz.

Ella sonrió con diversión ante mi respuesta.

—Ni siquiera cuando recién un auto te arrolló, dejas de lado tu carácter airoso —bromeó. —Pero si, eres un chico afortunado. Tus lesiones no son tan graves, considerando la gravedad del accidente.

Sonreí de lado, ella no tenía ni idea del por qué me sentía afortunado.

—Lo sé —hice una pausa. —Pero cuando dije que era un chico afortunado no me refería al accidente, me refería al hecho de que tú estés aquí... conmigo.

Podría jurar que escuché como su corazón se detuvo en ese instante. Estaba seguro que ella esperaba que yo estuviera en una actitud cortante y quisquillosa luego de nuestro último encuentro, pero para ser honesto, con solo el hecho de que ella estuviera ahí, me hacía olvidar lo que había sucedido en el pasado.

Sus mejillas adquirieron rápidamente un tono carmesí.

Sonreí internamente ante este gesto. Jamie seguía siendo la misma niñata que se ponía nerviosa con tan solo una mirada de mi parte.

—Eh... y-yo —comenzó a balbucear cosas sin sentido.

Adorable. Jodidamente adorable.

—Descuida, no tienes que decir nada —dije en un tono despreocupado.

Ella asintió. Respiro profundo e hizo una pausa antes de hablar.

—Aaron y-yo... —balbuceó nuevamente.

Dile adiós a la inocenciaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum