Epilogo

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Y entonces, ambos se encontraban allí. En aquel sitio donde la vida les había cambiado radicalmente. Donde se habían amado sin reproches frente a una puesta de sol. Ambos se encontraban en aquel lugar escondido donde habían sido uno por primera vez. Ese era su sitio. Donde se escapaban cuando la ciudad se volvía ruidosa y deseaban ponerle pausa a todo y perderse en el tiempo. Pero esta vez, el chico de ojos azules sabía que las cosas definitivamente no serían iguales entre ellos una vez retornaran a la ciudad.

Ambos habían disfrutado de una rica cena preparada por la castaña mientras el sol les regalaba sus últimos destellos. Como siempre, la conversación era amena y fluida y compartían uno que otro beso robado, como un par de adolescentes.

El corazón del chico estaba a punto de estallar en su pecho. Nunca, en sus veintinueve años de vida, Aaron se había sentido tan ansioso y nervioso, como si estuviera a punto de saltar de un risco muy alto.

—UGH. En la última noche del espectáculo, mi corsé estaba demasiado apretado, impidiéndome respirar. Fue un milagro que terminara mi número sin desmayarme. —Se quejó la castaña.

Aaron respiró profundo, sabiendo que era ahora o nunca. Llevaba semanas planeando esto, pero él sabía que nunca estaría lo suficientemente preparado para hacer la gran pregunta.

—Creo que el que se va a quedar sin aire es otro. —Murmuró para si mismo.

—¿Qué dijiste? —Preguntó Jamie con su singular curiosidad.

Él negó con su cabeza.

—Nada... nada.

Ella asintió y permaneció en silencio.

Era ahora o nunca.

Aaron se separó de Jamie de forma abrupta, inhalo profundo y confió en que todo saldría bien.

El chico de ojos azules comenzó a ponerse de rodillas. Por su parte, Jamie observó todo en cámara lenta, analizando cada acción de Aaron, adivinando automáticamente las intenciones del chico. El corazón de ella se detuvo, el chico la había tomado por sorpresa.

Aaron entonces, sacó de su bolsillo trasero una caja pequeña de terciopelo. Sus manos temblaban. Con gran torpeza, la abrió y dejó al descubierto un precioso anillo de oro con una pequeña y elegante gema. La gran pregunta se hacía por si sola, pero aún así, él debía preguntar.

Entonces, él clavó sus zafiros azules como un par de dagas en los ojos de Jamie, viendo como su rostro reflejaba pura sorpresa. Él corazón de él iba a salirsele por la boca.

—Jamie Donovan. —Dijo con la voz quebradiza. —¿Quisieras hacerme el hombre más feliz del mundo convirtiéndote en mi esposa? —Dijo finalmente.

Jamie lo observó con todo el amor que pudo. Habían pasado dos años desde aquella noche en el hospital y Aaron se había encargado de que ella no se arrepintiera ni por un segundo de estar con él.

—Si... si y si. Mil veces si. —Dijo ella sabiendo que era la mejor decisión que podía tomar en su vida.

(...)

Flores rosas, naranjas, blancas y amarillas. Ese era el ramo de novia que Jamie llevaba en sus manos mientras caminaba por el altar. El corazón de ella estaba extasiado y asustadizo al mismo tiempo. Sentía la mirada de todos los presentes sobre ella y como si fuera una niña otra vez, se aferró con mas fuerza al brazo de su padre. Ella caminaba con lentitud por el altar, disfrutando y saboreando cada momento. Y entonces, ambos cruzaron miradas. Como si de un imán se tratase, los ojos de ellos estaban conectados. Al verlo a él de pie en el altar, ella se sintió en paz, sabiendo que estaba caminando en la dirección correcta.

Dile adiós a la inocenciaWhere stories live. Discover now