Capítulo dos

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EFECTO COLATERAL▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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EFECTO COLATERAL
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Pudo comprobar al ver los ojos castaños de su mejor amigo que no le creía ni un poco la historia que acababa de contarle. Lo observó con la misma mirada que se les da a los niños cuando apenas pueden pronunciar e intentan hablar sin éxito. Por lo general, las personas hacen muecas y asienten para evitar la incomodidad. Eso mismo hizo Elliot.

—¿Tu padre no tenía un sereno por las noches? —preguntó, revolviendo el café que Ezra le sirvió en lo que transcurrían los quince minutos de descanso en la cafetería donde trabajaba a medio tiempo—. Porque de ser así, mínimo tiene que haber escuchado algo, que para algo le pagan. Y de no ser así, dile a tu padre que considere buscarse otra persona.

Ezra suspiró por milésima vez en lo que comenzó la charla. Le contó todo a Elliot, desde que salió del club, hasta el susto que se llevó en la seguridad de su hogar. Lo hizo esa misma madrugada cuando su amigo se dignó a contestar el teléfono después de quince llamadas. Y luego esperó cinco días más a que se le esfumara el enamoramiento por Kendra y pudiera volver a ser él otra vez.

—Ya hablé con él y está seguro que nadie cruzó la recepción del club. Dijo que la única manera de que alguien haya estado en el simulador es cruzando por el techo y dudo que alguien lo haga considerando la altura —explicó—. Él apostó a que fue un pájaro. Yo sigo pensando que fue una persona... porque lo vi.

—¿Qué tal si...?

—Elliot —llamó su atención—. No hay nada que puedas pensar que no lo haya pensado la madrugada del domingo en lo que contaba ovejas para poder dormir. Y no, no hay pista alguna que diga si estaba delirando o si en verdad estaban espiándome en mi propia casa —replicó, malhumorado. Reclinó el cuerpo sobre el respaldo de la silla y levantó la vista para ver como su mejor amigo, en un atuendo verde militar, la ignoraba por completo al teclear algo en su teléfono móvil—. ¿Estás escuchando?

—¿Honestamente? No, estoy hablando con Kendra —respondió sin dejar de teclear. Ezra contuvo el impulso de arrebatarle el teléfono de un manotazo y hundirlo en la taza de café. Sosegó las ganas y su actitud al considerar que, quizás, estaba exagerando—. Antes de que te explote la cabeza de la cólera, quiero aclarar que estamos hablando de ti. Kendra está en el club haciendo el inventario para esta noche y tiene acceso a las cámaras de toda la manzana, por lo que si estuviste con alguien, puede que pueda encontrar algo en la grabación —informó. Le guiñó un ojo y extendió el brazo sobre la mesa entregando su preciado teléfono—. Se está descargando.

Ezra no encontró palabras para replicar. En lugar, se mordisqueó el interior de la mejilla hasta que el video comenzó a reproducirse por cuenta propia. Empezó cuando Elliot salía del club junto a Kendra, ambos subieron a su motocicleta y se marcharon hacia el sur. Dos minutos de reloj corrieron hasta que se vio salir por la puerta de servicio para luego acercarse a la calle en busca de un taxi. Todo tal como lo recordaba. Entonces sucedió, volteó atemorizado y comenzó a discutir... solo, porque nadie más se captaba en la imagen con él. No existía tal muchacho de ojos azules que divagó sobre el horripilante tatuaje, solo estaba él y la oscuridad de la noche.

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now