Capítulo treinta y tres

11.3K 956 272
                                    

EL DIABLO TIENE LOS OJOS EN TI▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

EL DIABLO TIENE LOS OJOS EN TI
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

—William Carstairs —sopesó Ezra, reflexionando una y otra vez. Cuando decía ese nombre, sus pensamientos lo trasladaban a un niño de apenas seis meses que hallaron en el jardín del instituto; ese pequeño que en poco tiempo se convirtió en alguien significante para Kaleem y para él. Ese William era muy diferente al que veía ahora.

No disimuló a la hora de observar. El muchacho estaba sentado junto a él, escrutándole el rostro, analizando cada parte de sus facciones, cada detalle. Cabello castaño oscuro y ojos azules mucho más brillantes que los de él. Parecían compartir la misma edad, lo que hacía todo un poco más loco, o menos creíble. La poca presencia de luz no le permitía sacar muchas conclusiones y no estaba seguro de querer indagar más. El mundo de las sombras se convirtió en una caja de sorpresas para Ezra: un nuevo día y una nueva sorpresa y así sucesivamente.

—Lo prometo, soy yo —le suplicó el muchacho con voz débil. Ezra advirtió vulnerabilidad, sus ojos rogaban por reconocimiento, algo que él estaba muy lejos de aceptar.

Ezra se incorporó. Afirmó los pies al camino de piedra de la entrada, incapaz de confiar en lo que él decía... porque era una locura. No encontraba las palabras para describirlo. Por un momento, consideró estar delirando bajo los efectos de algún embrujo. Leyó por ahí que los Seelie eran especiales para encantar a las personas, que tenían sus trucos.

—¿Alec me embrujó? ¿Cómo es que esto está pasando? —cuestionó, olvidando que el chico lo podía escuchar—. No puedo soportarlo más... esto... Esto es mucho para mí. Deberías irte.

William soltó una carcajada melódica y él le dio la espalda, esperando poder apartarse de tanto disparate.

—No te ha hecho nada, si algún día lo intenta, pues me encargaré de él. De él y de cualquier persona que intente hacer daño a mi familia.

—¡Por favor, deja de hablar! —espetó, volviéndose hacia él—. ¡No te creo! No puedo creer en ti, es una locura. Tengo dieciocho años, puede que estés confundido y no sea yo a quien buscas. Así que déjame en paz o te voy a golpear.

El desconocido se incorporó también.

—¿Tienes dieciocho? —cuestionó el muchacho y luego de que Ezra asintiera confirmando la pregunta, él apretó los labios e hizo silencio, reflexionando sobre algo. Ezra deseó leerle la mente, saber que pensaba o por qué decía lo que decía. De pronto, se acercó más y él dio otro paso atrás—. Déjame intentar algo, por favor.

Levantó un dedo, pero al desconocido no le impidió dar otro paso. Ezra levantó el puño y le lanzó un golpe, mas se precipitó y lo sujetó firme, no fuerte, por la muñeca y luego colocó una mano sobre su mejilla. La mano de William se sentía áspera, le recordó al tacto de Alec, que cada vez que lo tocaba le hacía cosquillas causándole un efecto que nadie hasta la fecha pudo causar: Le disparaba el corazón. Todos sus pensamientos se esfumaron cuando, en su cabeza, se encendió una luz que acaparó toda su atención.

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now