Capítulo cuatro

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CAJA DE PANDORA INVERTIDA▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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CAJA DE PANDORA INVERTIDA
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El instituto, tal como los tres individuos que lo acompañaban llamaron al edificio que se hallaba en algún punto del Upper East Side, era un edificio desprolijo y abandonado. El primer pensamiento que le cruzó por la mente fue que había sido engañado e iba a ser asesinado a sangre fría. No los culpaba si ese era el caso, tal vez hasta lo merecía por ser tan confiado y facilitarle el trabajo poniendo completa confianza en personas que no conocía en lo absoluto. El segundo fue que el llamado «instituto» no era lo que imaginaba, ni de cerca. Sea cual sea el final, esperaba que, después de la visita e intrusión, nunca más sabría de ellos.

Decidió ahorrar saliva, mantener los comentarios en su bocota y siguió a Alexander Lightwood a través del camino de piedra que cruzaba el jardín y los introducía al dichoso lugar cuya estructura parecía caerse a pedazos. Toparon con un par de puertas, cuatro en total, amplias de madera y detalles metálicos; tan altas que su longitud llegaba casi hasta el techo. Esperó a que alguien buscara las llaves o a que llamaran a la puerta. Por el contrario, Jace murmuró palabras inaudibles y la madera crujió causando que Ezra se encogiera al pensar que todo —tal como temía— se vendría abajo.

—Supo ser una catedral —comentó Isabelle, al notarlo tan acongojado.

Una de las puertas se abrió y el primer vistazo al interior fue mucho mejor de lo que pudo esperar. La cúpula de la catedral era enorme, con bancos largos a cada lado del pasillo que transitaban y ángeles pintados en un techo iluminado por candelabros con incontables velas blancas. Olía a humedad, cera de vela y algo que su olfato no pudo distinguir, pero que le agradaba.

—Esta es la parte buena, confía en mí —añadió la muchacha cuando el pasillo acabó y todo lo que tuvieron frente a ellos fue un dudoso elevador.

—¿No es eso lo que estoy haciendo? —ironizó, deteniéndose antes de entrar. No estaba seguro de caber en aquella caja, no con los dos chicos al mismo tiempo, mas Isabelle se dedicó a hacer espacio para él en un rincón justo por delante de Alexander.

—Bueno, no estás haciendo un buen trabajo, obviamente —acotó Jace, por detrás de él y junto a Alexander, justo al momento en que Isabelle presionaba el botón que puso en marcha el elevador de una sacudida.

Apretó los dientes, considerando una vez más largarse de ese lugar y olvidar con ello el trato que hicieron el día anterior.

—Justo cuando me estaba quedando sin motivos para golpearte, encontré uno increíble —comunicó Ezra.

—¿Oh, sí? —replicó Jace. Ezra lo pudo imaginar sonriendo con sorna—. Quiero verte intentarlo, no pudiste con una adolescente de cincuenta kilos ¿Qué te hace pensar que puedes...?

Ni siquiera escuchó que terminara la oración. Ezra giró en el poco espacio que tenían allí dentro, al mismo tiempo que el elevador volvía a sacudirse, y como consecuencia del karma, terminó pegado al pecho del mayor de los Lightwood. Avergonzado, impuso tanta distancia como pudo.

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now