Capítulo siete

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CIUDAD SILENCIOSA▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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CIUDAD SILENCIOSA
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La cabeza le daba vueltas y tener un grupo de personas frente a él haciendo preguntas no ayudaba en lo absoluto. El momento que vivió fue injusto, una obra del mal, se atrevería a decir, aunque Ezra sabía que solo se trataba de su mala suerte resurgiendo entre las cenizas en el momento menos oportuno. Mala suerte que acarreó toda su vida y que, claramente, todavía lo acompañaba. La realidad se disolvió entre sus dedos y si bien en un principio tuvo miedo de saber la verdad, ahora que no tenía ese poder, lo quería más que nunca. ¿Daniel y Nora West eran sus verdaderos padres? ¿Es siquiera Ezra su verdadero nombre?

Un suspiró se escapó de los labios y levantó la vista de su mano para observar como cuatro pares de ojos lo miraban. Una situación bastante incómoda, considerando que detestaba ser el centro de atención y eso es lo que conseguía últimamente. Limpió el sudor de la palma de las manos y volvió a repetir.

—Todo lo que puedo recordar es estar al teléfono y que alguien me golpeara. Lo siguiente que sé, el tipo corría con mi teléfono en su mano —explicó—. Tengo mala suerte, si, pero no es como si no me hubieran robado antes, sucede todo el tiempo en esta ciudad. No todo es brillo. ¿Terminamos el interrogatorio?

—Puede que no todo esté perdido —objetó Clarissa, estirando la boca, considerando bien lo que iba a decir—. Siempre podemos ir a la ciudad de hue-

—Calla ahora, ni siquiera lo pienses —la calló Alexander con horror, como si hubiera sugerido enfrentar al diablo en el infierno. Cerró los ojos tomando una rápida respiración y volvió a abrirlos fijándose en Ezra—. Tienes que describir exactamente qué viste. Marcas, armas, rasgos.

—¿Creen que Valentine tenga algo que ver en esto? —indagó Isabelle, descansando los brazos en su cintura.

Alec se giró hacia su hermana.

—No lo sé, no lo descartemos, por el momento quiero mantener a Ezra alejado de ese asunto —respondió el ojiazul, ladeando la cabeza—. Cualquier detalle que recuerde es un paso más.

—¿Pueden dejar de hablar como si no estuviera aquí? —rechistó él—. Si dije que no sé nada es porque no lo sé, no tengo que mentir, no soy ustedes. Me agota que insistan y estoy a una pregunta más de golpearte, Alexander.

—¿Por qué a mí? —cuestionó el señalado.

—Tiene razón, no estás ayudando, Alec —admitió Jace. Su parabatai puso los ojos en blanco y, en silencio, dio media vuelta para marcharse, ofendido por tanta acusación—. Será mejor que dejemos a Ezra solo, necesita descansar —dijo, cogió a Clary e Isabelle del brazo y los tres salieron de la habitación.

Ezra disfrutó del silencio una vez estuvo solo, sin voces incitando discusiones o cuestionamientos innecesarios. Estaba agobiado y después de no dormir las pasadas veinticuatro horas, exhausto. Se dejó caer sobre la cama y cerró los ojos, mas la tranquilidad duró poco cuando un minuto después la puerta se abrió lentamente y una cabeza de zanahoria asomó por ésta.

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now