Capítulo treinta y siete

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UN LUGAR PARA LA FELICIDAD▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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UN LUGAR PARA LA FELICIDAD
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Dos días después.

Parecía haber estado perdido en la oscuridad por mucho tiempo, envuelto en sombras, atormentado por sus propios pensamientos. La sensación que tenía en el cuerpo se asemejaba al limbo, al momento en que cruzas un portal y no te encuentras en ningún lado, ni aquí ni allá y simplemente flotas sin poder hacer uso de tus sentidos. El ardor que una vez sintió, poco a poco, fue apagando su intensidad hasta el punto de desaparecer y dedujo que si no sentía era porque estaba muerto, o estaba muy cerca de estarlo.

Fue una estupidez haber hecho uso de la estela cuando toda su vida supo que no podía hacerlo porque su cuerpo no lo soportaba, pero el coraje y la rabia fueron superiores a la conciencia y lo hizo. Necesitaba saber qué pasaría.

De un instante a otro, tuvo la sensación de estar ahogándose y la necesidad de respirar fue mucha. Algo le golpeó el pecho y jadeó permitiendo la entrada de oxígeno a su sistema. Una corriente de aire fresco le inundó el cuerpo y de repente olió humedad y madera quemada, seguido escuchó un murmullo, alguien llamaba su nombre. Apretó la boca y tragó, para finalmente abrir los ojos y observar una luz tenue darle en los ojos.

Apenas pudo distinguir una figura borrosa.

«Bienvenido de vuelta, Kaleem Carstairs, hijo de los nefilim» musitó el hermano Enoch tan recto que si se encorvaba podría llegar a partirse en dos.

Frunció el ceño, abatido, y levantó las manos para comprobar el lugar donde Emma dibujó la runa. Los ojos le desbordaron de lágrimas cuando fue capaz de observar la primera runa que se otorga a un cazador de sombras, clarividencia. Era brillante, fresca. Perfecta.

—Oh, chico, sí que me has asustado —dijo Emma, y comenzó a reír.

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Se miró al espejo una vez y repasó su cabello con las manos despeinándolo todo. Lo llevaba un poco más largo de lo normal, y más rubio porque eso sucedía cuando lo dejaba crecer más de la cuenta.

Después de una hora buscando entre su ropa, encontró unos jeans negros y una camisa de botones blanca, una que estaba seguro no le pertenecía. Sospechaba que Jessamine tenía algo que ver al respecto, lo cual resultaba bastante aterrador. No protestaba. Era una camisa bonita, ordinaria, lisa y de tela fina. Hacía frío para solo vestir eso, la temperatura en el hemisferio norte comenzaba a descender, mas descubrió que las runas de calor podían ser muy buenas manteniendo el cuerpo cálido.

Los días pasaron muy rápido. Tras haber ganado la guerra contra Valentine y su hijo —igual de malvado que él— la ciudad se apegó al silencio mientras los cazadores de sombras velaban a sus seres queridos. Lo que Ezra vivió fue nada comparado a lo que vivieron los demás. En especial Jace. Supo por Alec que salió del hospital temprano por la mañana, que asistió al funeral de Valentine y luego se encerró en su mundo. No lo juzgaba. También supo que el cuerpo de Sebastian se perdió en la corriente del río, donde cayó sin vida luego de un arduo enfrentamiento con el rubio.

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now