Capítulo once

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TODO QUEDA ENTRE FAMILIA▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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TODO QUEDA ENTRE FAMILIA
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El reloj indicaba las siete de la mañana cuando Jace salió de su habitación esa mañana. Un aroma dulce, delicioso, invadió sus fosas nasales incitando a que caminara más rápido. Desde que Maryse regresó a Idris por razones laborales, la cocina resultaba un lugar inútil, Isabelle solo sabía hacer sopa, en realidad no la sabía hacer, era asquerosa; y no es como si Alec, él, o Hodge pudieran hacerlo mejor. De pronto se vio pensando en Clary, quizás la pelirroja despertó temprano, pero conociéndola como lo hacía, lo veía poco probable.

Entró a la cocina a toda prisa, deseoso de hambre. Se detuvo en seco cuando no fue precisamente Clary a quien encontró allí.

—¿Ezra, tú hiciste todo eso? —dijo sin ocultar el asombro, de hecho parecía maravillado. La mesa de la cocina estaba repleta de todo tipo de comida, un paraíso para los muchachos locales que se alimentaban de comida china y espaguetis fríos.

—Si... bueno, me pareció buena idea como agradecimiento por la semana armoniosa que he tenido.

—Nosotros deberíamos agradecerte por todo esto ¡Muero de hambre! —exclamó haciéndolo reír. Movió una silla con el pie y lo invitó a sentarse frente a él, luego busco su teléfono e hizo una llamada rápida—. ¡Alec! Despierta estoy en la cocina, es urgente —Y colgó, satisfecho—. Deja que te de un consejo. Tienes que dejar de agradecer, es nuestro deber ayudarte, ayudarnos entre todos. No es que yo haya hecho mucho, pero como sea y de todas formas, gracias por esto.

—Aceptaré tu consejo, solo si también dejas de decir gracias —replicó Ezra y Jace asintió con la boca llena.

En ese mismo momento, Alexander entró a la cocina y se detuvo en la entrada solo para dar a su hermano una mala mirada. Tenía el cabello revuelto y la ropa desarreglada. Ambos lo saludaron sin obtener respuesta, algo normal considerando que si Alec estaba de mal humor por las tardes, por la mañana alcanzaba el pico máximo.

—¿Quieres un poco de té? —preguntó Ezra, sin mirarlo.

—No me gusta el té —negó, escueto y fue directo a la cafetera, dando la espalda a ambos sentados en la mesa.

Ezra cerró la boca de inmediato, dando por finalizada la conversación. Jace apretó los labios controlando el instinto asesino para no matar a su parabatai. Aunque por más que quisiera no podía hacerlo, moriría él también.

—Okey, debo ir a trabajar así que probablemente debería irme si no quiero llegar tarde —anunció, observando el reloj en su nuevo teléfono móvil.

—Sabes que no tienes que trabajar, eres un cazador de sombras y la Clave se encarga de nuestros ingresos —objetó Jace.

—Lo sé —asintió—, aunque de momento prefiero seguir yendo... es más fácil.

Warrior | Alec LightwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora