Capítulo dieciséis

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ABBADON
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Ezra se percató de que llovía cuando salió del instituto y se enfrentó al distrito de Manhatthan. Siempre sintió pavor a los días grises de lluvia, lo hacían sentir triste y atraía recuerdos demasiado dolorosos de su infancia. La noche en que su madre se marchó y lo dejó solo con su padre, llovió y siguió por la corriente semana mientras un pequeño Ezra de diez años se preguntaba por qué su madre no regresaba a casa.

Esta vez se sintió diferente. Bastó mirar a un costado para alejar ese sentimiento. Jace, Clary, Isabelle y Alec —especialmente Alec— caminaban sincronizados, como un ejército vistiendo su mejor ropaje, combinado y armas colgadas de sus cinturones. No parecían adolescentes, ni de cerca, eran guerreros preparados para una batalla.

Pestañeó, sacudiendo las gotas que le cosquilleaban las pestañas y forzó la vista más allá donde divisó estacionada en una esquina la famosa y mugrosa furgoneta de Eric. Simon se bajó de un saltó y esperó junto a ella en la lluvia.

—Mundanos —Alec rompió el silencio, molesto después de asustarse por un bocinazo.

—¿Qué prefieres que sean? ¿Aliens? —cuestionó Jace, poniendo una sonrisa burlesca tan particular de su persona.

—¿Existen los aliens? —preguntó Clary, un poco descolocada, robando la pregunta que Ezra no se animó a hacer por vergüenza a que se burlen de él.

Como esperaba, Jace rió.

—Claro que no —contestó Alec, visiblemente molesto. En otro tiempo, Ezra le hubiera dado su merecido, utilizando un poco de sarcasmo para molestarlo un poco más. Ahora, le resultaba dichoso que fuera de esa manera con los demás y que fuera una persona completamente diferente cuando estaban solos. Se sentía dichoso y privilegiado de gozar de una faceta suya que nadie conocía.

Isabelle lo observó e intercambiaron una mirada cómplice y se sonrieron para dejar al trió por detrás discutiendo sin sentido sobre el Área 51 y todos los secretos del gobierno. Saludaron a Simon, quien pareció querer evitar la vista de su mejor amiga.

—No puedo abrir —se quejó la pelirroja, forcejeando la manija de la puerta.

Ezra, que —lamentablemente— estuvo en esa camioneta demasiadas veces para contarlas, se adelantó y cogió el picaporte moviéndolo hacia arriba y luego hacia un costado, logrando que la puerta trasera se deslice.

—Casi lo olvido —Simon rió como niño con un secreto, exponiendo una sonrisa tonta, recordando su pasada y vergonzosa relación con uno de sus mejores amigos.

—Deberías olvidarlo —replicó. De solo pensar en Matthew Charlton y su poco tiempo juntos sintió náuseas. ¿Cómo es que pudo ser tan estúpido?

—¡Shotgun!¹ —chilló Clary, lanzándose hacia la puerta delantera de la camioneta utilizando manos y codos huesudos para pasar sobre Isabelle.

Warrior | Alec LightwoodWhere stories live. Discover now